El día que le dije a mi abuela que era gay

87 años y ha llegado el momento de que le cuente que su nieto favorito, ese mismo que siempre viene con su mejor amigo a todos los eventos familiares, se va a casar. ¿Cómo empezar con un tema tan espinoso que puede marcar incluso un punto de inflexión en nuestra relación? Pero debía de saberlo.

Han empezado los preparativos y me apetecía hablar de ellos con mi familia ─con toda mi familia─ con total naturalidad. Parece que en ocasiones los que perdemos la naturalidad somos nosotros mismos, con nuestros miedos y nuestras inseguridades.

Así que me lancé. Ése era el día. Lo decidí. Y allí que me fui, a su casa. Los dos sentados en la mesa camilla (muy típica en Andalucía). Reproduzco la conversación tal y como fue:

Nieto: Abuela, tengo algo que contarte.

Abuela: (mira con esa cara de abuela, con una media sonrisa y con unos ojos que por sí solos abrazan).

Nieto: Pues que... Que me caso el año que viene.

(silencio)

Abuela: ¿Ah? ¿Sí? ¿Y con quién? No sabía que tuvieras novia.

Nieto: Pues con Antonio, claro.

(silencio)

Abuela: Pues no eres ni el primero ni el último. No me lo figuraba, pero conociéndote, es la mejor decisión. Sé que os queréis mucho. Y yo solo puedo alegrarme.

(silencio, esta vez de estupefacción por mi parte)

Nieto: ¿Ya está? ¿No tienes nada que decirme?

Abuela: Ah, sí, perdona.

(silencio)

Abuela: ¡Que enhorabuena!

Seguidamente seguimos como siempre, contándome cosas de otras épocas. A veces se repite, pero ¡qué delicia cuando habla!

En cualquier caso, es cierto, no fue tan difícil. La gente que te quiere bien lo entiende, a pesar de haber vivido otra época.

No hay mucho más, puede parecer una historia insignificante. Para mí fue uno de los momentos más bonitos de mi vida.