“Muchos de mis recuerdos infantiles son de metales: desde el principio, parecieron ejercer un poder sobre mí. Sobresalían visibles entre la heterogeneidad del mundo, porque brillaban, relucían por ser plateados, por su tersura y peso. Al tacto, parecían fríos, y resonaban cuando los golpeaban”. Oliver Sacks hace un recorrido a través de los metales que estaban presentes en su vida diaria: desde el oro del anillo de su madre, al cobre de los calderos de la cocina, y el tungsteno que colorea las manos de su tío Dave porque se dedica a fabricar..