El hombre y la mujer catalanes resultan ser criaturas poco hechas y anárquicas. Nada extraño si se repara en la desoladora evidencia de que los catalanes y las catalanas llevan cientos de años viviendo en un estado de triste miseria cultural, mental, espiritual y, sobre todo, lingüística. Nadie debería escandalizarse a estas alturas de que el cociente intelectual de los catalanes y las catalanas, al igual que ocurre con el de los negros y las negras en Estados Unidos en relación al de los blancos y las blancas.