Decenas de mujeres que viven solas son agredidas y algunas asesinadas durante la noche en la rica ciudad petrolera de Hassi Messaud. Llegan de noche, armados con navajas y palos y con la cara tapada. Apestan a alcohol. Aporrean la puerta y la echan abajo, o fuerzan una ventana y se cuelan al amparo de la oscuridad. Buscan a mujeres que vivan solas y las apalean brutalmente. Roban lo poco que tienen, un anillo, unas pulseras, una cafetera eléctrica. Les insultan, les amenazan. A veces las violan. Y hace unos años, incluso las enterraban vivas.
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Para el imán, toda mujer que viviera sin 'wali', sin guardián que la vigile y proteja, ya sea un marido, un padre o un hermano, no podía ser otra cosa que una prostituta, así que en el sermón de ese fatídico viernes llamó a la «yihad contra las mujeres fornicadoras». Algunas de las víctimas, como Fatiha Maamura y Rahmuna Salah, acabaron tan mal que fueron abandonadas en un cementerio.