Hace 15 años | Por --123281-- a quo.es
Publicado hace 15 años por --123281-- a quo.es

" ...simplemente que, por primera vez en su vida, tuvo la certeza de que hay un punto en el placer que puede obtener una hembra –habría que pedir disculpas por este término, pero era el único, maldita sea, que se le ocurría – en que a la reina se le escapa el cetro de las manos, en que se le mete por dentro sin remisión y la recorre y electriza de tal modo que de ninguna manera cabría pensar en un posible fingimiento por su parte."

Comentarios

D

Ya me hubiera gustado a mí ayer tener tan grata compañía cuando me quedé 3 horas encerrada en el ascensor

Lanzado el envite, no hubo vuelta atrás. La mujer se hizo niña, la niña gata, la gata nube. Tenía frío en los extremos, ardía en las esquinas. Con indecente inocencia, tenso y laxo, buscador fugitivo, su cuerpo iba diciéndose mil espejos en cada esquina, en cada extremo de su cuerpo. La urgencia cortaba el aliento. El sujetador, las bragas, la blusa, los zapatos se desprendían como pétalos, como adjetivos ruines de una evidencia incontestable. Y así estaban, olisqueándose, desenmascarándose, estrujados en lo inevitable, cuando entró una viejecita en el portal: la vecina del tercero… Sin mediar palabra, se metieron en el ascensor y subieron a la casa.

La escritora Isabel Allende asegura que “para las mujeres, el mejor afrodisíaco son las palabras”.
[...] la voz puede ser el más eficaz de los estímulos eróticos.