He leído esta mañana el artículo “La decadencia de Madrid” del diario El País, que anda circulando por la red como si fuese agua bendita. Me ha parecido profundamente injusto, excesivo. Si bien es cierto lo que dice y todo está perfectamente documentado, permítanme enseñarles con mis palabras un Madrid mucho más apetecible.
Lo que cabía esperar: anécdotas personales, una lista de eventos culturales como supuesta refutación de toda aquella crítica al panorama cultural madrileño, y una apelación al "no tiremos piedras sobre nuestro propio tejado".
Realidad: Madrid es una ciudad cuyo ayuntamiento ha comprometido buena parte de la recaudación de un par de décadas en construir infraestructuras para acoger un evento olímpico que finalmente no se va a producir. Quienes nazcan hoy en Madrid crecerán en una ciudad en la que no existirá inversión significativa hasta que lleguen a la madurez por haber jugado a la lotería. Ese ayuntamiento ha sido votado y aplaudido a rabiar por los ciudadanos madrileños, y su gestión ha sido premiada otorgando a su principal responsable, Gallardón, un ministerio.
Para que Madrid empiece a ser decente, sus ciudadanos tienen que empezar por concienciarse de que una ciudad como Madrid no puede tener ayuntamientos con gestión tercermundista (lo de construir estadios para unos juegos olímpicos antes de que te los den es una de las cosas más bananeras que uno puede echarse a la cabeza, ni en países tercermundistas se han hecho cosas así) y sustituirlo por algo decente. No sé, alguien que en lugar de manipular las estaciones para fingir que no hay contaminación, haga algo para reducirla. Cosas así. Mientras tanto, menos aires positivos y más darse latigazos en la espalda, que son sanísimos para la mente.
En catetismo paletario y pueblerino de baja estofa gana Barsa por goleada. La prohibición de rodar la serie Isabel es solo un granito de arena de una inmensa playa.
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Lo que cabía esperar: anécdotas personales, una lista de eventos culturales como supuesta refutación de toda aquella crítica al panorama cultural madrileño, y una apelación al "no tiremos piedras sobre nuestro propio tejado".
Realidad: Madrid es una ciudad cuyo ayuntamiento ha comprometido buena parte de la recaudación de un par de décadas en construir infraestructuras para acoger un evento olímpico que finalmente no se va a producir. Quienes nazcan hoy en Madrid crecerán en una ciudad en la que no existirá inversión significativa hasta que lleguen a la madurez por haber jugado a la lotería. Ese ayuntamiento ha sido votado y aplaudido a rabiar por los ciudadanos madrileños, y su gestión ha sido premiada otorgando a su principal responsable, Gallardón, un ministerio.
Para que Madrid empiece a ser decente, sus ciudadanos tienen que empezar por concienciarse de que una ciudad como Madrid no puede tener ayuntamientos con gestión tercermundista (lo de construir estadios para unos juegos olímpicos antes de que te los den es una de las cosas más bananeras que uno puede echarse a la cabeza, ni en países tercermundistas se han hecho cosas así) y sustituirlo por algo decente. No sé, alguien que en lugar de manipular las estaciones para fingir que no hay contaminación, haga algo para reducirla. Cosas así. Mientras tanto, menos aires positivos y más darse latigazos en la espalda, que son sanísimos para la mente.
En catetismo paletario y pueblerino de baja estofa gana Barsa por goleada. La prohibición de rodar la serie Isabel es solo un granito de arena de una inmensa playa.
