Hace 14 años | Por pablicius a lemonde.fr
Publicado hace 14 años por pablicius a lemonde.fr

La cuestión del paro masivo ha colocado en segundo término los debates sobre el contenido del trabajo. No se trata de generalizar, ni de asimilar trabajo a sufrimiento. Pero para adaptarse a la mundialización, las empresas buscan de forma desenfrenada y permanente ganancias de productividad, lo que incrementa la penosidad del trabajo. El stress se ha convertido en una plaga que se añade a la explosión de los problemas músculo-esqueléticos y los cánceres profesionales. Traducción en comentario 1.

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pablicius

TRADUCCION DEL ARTICULO

EL TRABAJO, EL GRAN OLVIDADO DE LA CRISIS. POR JEAN-LOUIS MALYS.

Después de treinta años, la cuestión del empleo ligada al paro masivo ha colocado en segundo término los debates sobre el contenido del trabajo. Desde hace mucho, la CFDT señala la penosidad del trabajo y su intensificación. El stress se ha convertido en una plaga que se añade a la explosión de los problemas músculo-esqueléticos y los cánceres profesionales. Por lo tanto son necesarios sucesos como los suicidios de trabajadores empujados a ese gesto desesperado para revelar la lenta degradación de numerosos trabajadores con su trabajo.

No se trata de generalizar, ni de asimilar trabajo a sufrimiento. Hay que integrar mejor la cuestión del trabajo en la del desarrollo profesional para actuar durante el ciclo vital tanto en términos de prevención como de reparación.

Nunca antes los franceses han dado tanta importancia al trabajo ni nunca han dicho “sufrir” tanto. Siempre vuelven las mismas palabras: “siento que mis condiciones de trabajo se degradan”. Y los trabajadores, incluidos los mandos, desgranan sus insatisfacciones por la deteriorada relación con su jerarquía o sus colegas. Ya que las encuestan también señala las satisfacciones que produce, ¿no habría que interpretar estas quejas como expresión de la lealtad de los trabajadores al trabajo y su calidad, al oficio y su sentido?

Para adaptarse a la mundialización, las empresas buscan de forma desenfrenada y permanente ganancias de productividad. Esta ha abocado a la segmentación de la producción, los cambios perimetrales en las empresas y la reducción de los tiempos de fabricación. Sobreviven las empresas piramidales e integradas. Su carácter proteiforme y explotador salpica a los colectivos de trabajo. Entre la empresa primaria que hace los pedidos y sus empresas periféricas, los asalariados trabajan en status y condiciones de trabajo bien diferentes. La organización del trabajo crea injusticia y discriminación. Participa de forma creciente en las desigualdades en el mismo seno del colectivo asalariado. La autonomía sin un marco de referencia claro ni medios para el bien hacer, el culto a la evaluación individual abocan a la explosión de los colectivos y a una forma de “cada uno para sí”. El trabajador se encuentra solo frente al trabajo, a sus resultados, a veces con el sentimiento de fracaso personal.

Hay que “respirar” el trabajo. El alejamiento de los centros de decisión, la evolución constante de las organizaciones, requieren que los trabajadores puedan actuar sobre los cambios, opinar individual y colectivamente, e implicarse sobre los medios y los fines de las tareas que desempeñan. Hay que abrir espacios de democracia que permitan a los trabajadores, mediante sus representantes, opinar sobre la organización de su trabajo.

Hay que reinventar y reconciliar la relación entre tiempo de trabajo y vida fuera del trabajo. Esto requiere una perspectiva que resitue la cuestión en el conjunto de la vida, e imagine una gestión menos segmentada de la existencia. Sin negar las dificultades de llevarlo a cabo, este proyecto mostraría que el trabajo no se puede concebir de una forma lineal, sino que debe de tener en cuenta la diversidad de recorridos, con una atención especial a las mujeres, principales víctimas de las desigualdades.

Los que no tienen el concepto de “trabajo valor”, ¿saben que una de las principales frustraciones expresadas por los trabajadores es precisamente que no pueden “hacer bien” su trabajo? No se puede hablar de la empresa de forma socialmente responsable mientras se disocia la realización del producto o servicio de su finalidad. Dicho de otra forma, el cortoplacismo y la rentabilidad a ultranza someten a los trabajadores a unas presiones que generan desgastes físicos y morales. Son contraproducentes.

El informe Stiglitz enviado al Presidente de la República pide nuevos indicadores que tengan en cuenta al individuo y la realidad social para evaluar los resultados de la economía de un país. Mientras esperamos que llegue, los directivos de las empresas no son juzgados por sus accionistas más que por la rentabilidad financiera a corto plazo, excluyendo cualquier consideración sobre el bienestar de los trabajadores, y todavía más sobre las consecuencias sociales de la estrategia de la empresa. En un momento en el que se habla de la necesaria regulación de la economía mundial, ¿no habría que preguntarse también sobre nuevos criterios fundamentados en las consecuencias humanas y medioambientales de las estrategias empresariales para recompensarlas o penalizarlas?

tocameroque

Al final, sin su actitud violenta, vamos a estar en contra de la globalización, y que cada uno produzca o cree lo que sepa hacer bien...nosotros botijos, cerámica y poquito más, volver a nuestra agricultura, los bienes industriales total se compran igualmente fuera, y ofreceremos sol y playa, con permiso de la Europa del Este y del Magreb.

pablicius

#2 Sin su actitud violenta ¿de quien?