Han pasado, sí, nada menos que tres décadas pero el máximo responsable de tan estrafalario evento, la suprema autoridad que lo respaldó, autorizó, impulsó, propició, recomendó y se aprovechó finalmente de él traicionando y enviando a galeras por treinta años a sus principales ejecutores directos y colaboradores suyos (los generales Armada y Milans), o sea Juan Carlos I, sigue ahí, en el palacio que le regaló en su día el sátrapa D. Francisco Franco Bahamonde.
Comentarios
Es el mismo coronel de siempre. Duplicada, su relato ya llegó a portada.
POdrías poner un link.