A principios de los años ochenta, un magistrado, al ver un etarra con un ojo morado, preguntó: "¿Qué le ha pasado? ¡Vaya ojo tiene!". Como el terrorista no respondió, el policía que le custodiaba explicó: "Es que se ha tropezado y se ha golpeado con un armario". El magistrado inquirió de nuevo: "El armario ¿era metálico o era de madera?". El etarra, ya enfurecido, respondió: "No ve que me han pegado, ¿o qué?". A lo que el juez replicó: "Claro, seguramente usted no les quería contar algo que ellos querían saber".
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Aquellas costillas que se lanzaban contra las porras
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