Si me preguntaran cuál es la razón por la que me dedico al estudio del cerebro, no me haría falta pensarlo dos veces: por su capacidad para cambiar, por cómo se adapta a las condiciones a las que nos sometemos. Se atribuye a Heráclito de Éfeso la famosa frase: no se puede uno bañar dos veces en el mismo río. Y no le faltaba razón. Si en algo coinciden —o deberían coincidir— psicólogos y neurocientíficos es que nuestras experiencias previas condicionan la forma en la que respondemos a las nuevas situaciones que se nos presentan.
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¿Plastilina o Blandi Blub?
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