El aire sobre las aguas cristalinas de Palaos huele a sal y a fruta del pan, y en las mañanas tranquilas el zumbido de los motores de los barcos de buceo resuena en la bahía. Hace unos años, esos barcos estaban llenos de turistas, muchos de ellos chinos, atraídos por las lagunas y cuevas de piedra caliza de Palaos. Los hoteles estaban repletos, los restaurantes rebosaban de gente y los pescadores apenas podían satisfacer la demanda. Pero eso se acabó. El auge y el repentino colapso no fueron casualidad.............
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Una castaña.