Hace 8 años | Por --281174-- a bbc.com
Publicado hace 8 años por --281174-- a bbc.com

Un grupo de españoles en el centro de detención de Mauthausen, Austria, se apropió en secreto de libros que iban llegando y los escondió en una barraca. Para muchos sobrevivientes, esos textos ayudaron a mantener la cordura.

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En su diario del campo de concentración de Barcarés, Francia (16 de julio de 1939), Eulalio Ferrer dice.

"No sólo leo a Don Quijote, lo veo. Me parece un ser de carne y hueso. En cada rostro que contemplo, en cada gesto que observo hay partes de él. La fuerza descriptiva penetra el ambiente y lo vuelve quijotesco. No estamos en el siglo XVII; estamos en el siglo XX. Es un libro que se adapta al tiempo, que corre con el tiempo. Don Quijote puede retratar una época, pero la trasciende y cobra vida en cada época. El tiempo es un multiplicador de sus resonancias. Cervantes quiso hacer famoso a Don Quijote como una ofrenda a Dulcinea. Y su deseo se ha cumplido: no hay un lugar en el mundo donde no se conozcan sus hazañas. Secreto maravilloso de un relato que conjuga la expresión popular con la pintura imborrable de sus personajes. Cervantes es un escritor del pueblo. Y su obra es un canto a la libertad, una denuncia de las injusticias sociales. No hay lo tuyo y lo mío, sino lo nuestro. Para ser caballero no se necesita ser rico. Las causas de Don Quijote son n obles y desinteresadas. El pueblo es cuna de hidalguía. Hay momentos en que las arenas de esta playa se transforman en las llanuras de la Mancha y veo cabalgando a Don Quijote y Sancho, como si fueran personajes reales. Los toco, los oigo, están con nosotros... Cervantes los creó para ser inmortales. !Ay, qué alivio leer el Quijote! Leerle en un campo de concentración, como minutero de la hora humana, como descubriendo de los ideales que justifican la locura del genio para convocar el gobierno de la razón".