Críticas y comentarios de libros
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El lunes empieza el sábado (Arkadi y Boris Strugatski). Un Harry Potter soviético para adultos

Fue Alberto López Aroca, volviendo de la Semana Negra de Gijón, quien me descubrió a estos autores., por lo que a la deuda de su amabilidad añado esta otra a mi cargo, con la firme intención de pagarlas ambas en cervezas cuando se pueda. Hablábamos en aquel momento de las distintas clase de fantasía y ciencia ficción, y alabábamos juntos la brillante inteligencia de los autores del Este, concretamente Stanislaw Lew y Karel Capek, muy superiores, a jucio de ambos, a otros escritores occidentales mucho más conocidos y más publicitados.

Y fue donde Alberto me preguntó si conocía a Efremov y a los hermanos Strugatski. A Efremov sigo sin conocerlo, aunque piense enmendar pronto el defecto, y a los hermanos Strugatski los conocí hace un par de semanas a a través de esta obra, tan demencial como espectacularmente ingeniosa.

Porque, por una vez, la solapa de un libro decía la verdad: «UN HARRY POTTER SOVIÉTICO PARA ADULTOS». Poneos en mi lugar: lees esto, te enteras de que la novela fue escrita en los años cincuenta, en la época de Stalin, y te preguntas qué clase de locura te vas a encontrar entre las manos o qué clase de chiflado era el que escribió semejante comentario.

Pues resulta que los editores de Nevski Prospekt están perfectamente cuerdos y los que hacían equilibrismos contra la censura, contra las corrientes del momento y contra el sentido común eran los autores. Y el resulta es devastador.

Se trata de un programador mecánico y de automatismos que es captado para trabajar en la Academia Soviética de las Ciencias, departamento de Magia y Adivinación. Sí, habéis leído bien, y sí, se escribió en 1952.

La Academia Soviética de las Ciencias es un lugar muy organizado, con mucho camarada del partido, mucho férreo funcionario y mucho formulario que cubrir, amén de infinitas reglamentaciones, lo cual se vuelve especialmente problemático cuando se trabaja en el departamento de magia y adivinación, donde a veces el partido toma cartas en el asunto y donde a veces te encuentras, (te lo encuentras tú, pero no la censura) con que lo más difícil de crear una moneda mágica es que no hay nada que comprar con ella en el comercio de la ciudad y es muy difícil probarla.

A eso podemos unir, por ejemplo, a un resucitado mago Merlín que está escribiendo la versión soviética de la leyenda del rey Arturo y describe cono la encallecida mano de un obrero emerge de un lago empuñado una hoz y un martillo, un ordenador que denuncia a los científicos al sindicato por explotación laboral y otras muchas irreverencias desternillantes, como la gran pregunta de si somos o no necesarios para nosotros mismos.

El conjunto es un camarote de los hermanos Marx de locura delirante, inteligente y perfectamente medida, donde todo se entrevé, nada se declara y donde tienes la impresión de que por cada hilo que coges se te escapan otros dos, ya sea en la descripción de un objeto, las alusiones a la mitología y la literatura rusas, la estupidez de los altos cargos, la vagancia de los trabajadores manuales, la desconfianza hacia los intelectuales y una larga lista de caracteres que, con ser ficticios, resultan a veces más reconocibles que una fotografía.

Una verdadera maravilla. No os lo perdáis.

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Nuestra Señora de las Tinieblas, de Fritz Leiber

Se han escrito innumerables cuentos sobre casas frecuentadas por fantasmas: viejos edificios que van desde castillos medieva­les hasta hoteles del siglo xx plagados de espectros, espíritus, poltergeists y un largo etcétera. En la ingeniosa variación de Leiber sobre el tema, los seres fantasmales son llamados «enti­dades paramentales», y no es sólo un edificio sino toda una ciu­dad (la actual San Francisco) la que está tomada por ellos. Ade­más, en un ingenioso y elegante cambio con respecto a nuestras expectativas, el protagonista del libro sólo puede saber que su casa está ocupada por fantasmas cuando la contempla a través de prismáticos desde una distancia de tres kilómetros.

Franz Westen es un escritor de edad mediana de obras de horror que vive rodeado de libros y revistas en un bloque de pi­sos de San Francisco. Se está recuperando de una prolongada adicción alcohólica que siguió a la prematura muerte de su es­posa, y ha disfrutado de una esporádica relación con una joven música que vive dos pisos más abajo. Franz está en el proceso de redescubrir la vida ordinaria, y encuentra un placer particu-lar en observar las estrellas y la ciudad a través de sus prismáti-cos. Una mañana examina Corona Heights, una empinada coli-na que nace en las calles a unos tres kilómetros de distancia, y ob­serva una pálida figura marrón que danza excéntricamente en la cúspide. Decide salir a caminar e investigar Corona Heights. Cuando llega allí, la misteriosa figura se ha marchado. Desde la cumbre de la colina, Franz busca la ventana de su propio piso, la divisa a través de las lentes y ve horrorizado una pálida figura marrón inclinándose desde la ventana y saludándolo con el brazo. Re­cordó una vieja canción popular: «Fui a casa de Taffy. Taffy no es­taba en su casa. Taffy vino a mi casa y robó un hue-so con tuétano».

Es un momento escalofriante, y las cosas suceden de mo-do misterioso a partir de entonces. Franz descubre que el edifi-cio donde vive fue antaño un hotel en el que se alojaba un ex-cén­trico estudioso de lo sobrenatural llamado Thibaut de Castries. Justamente, tiene un extraño libro cuyo autor es De Castries, titulado Megapolimancia: Una nueva ciencia de las ciudades. Ahora lee esta obra, aparentemente disparatada, de seudociencia, con renovado interés, y empieza a encontrarle un extraño sentido. De Castries creía que las ciudades modernas, con sus grandes cantidades de acero, hormigón, petróleo, papel y energía eléc­trica eran terrenos propicios para la formación de entidades paramentales, es decir, fantasmas apropiados a una era tec­nológica. Parecía que una línea sobrenatural de poder corría entre Corona Heights y el bloque de pisos (que fue antaño un hotel donde residía el mismo De Castries); Franz Westen es aco­sado por un ser paramental.

La novela contiene mucha conversación, pues la mayoría de la gente de Leiber es agradable de conocer. A pesar de la falta de acción en las partes medias del libro, la culminación de la historia es verdaderamente aterradora. El estudioso Franz des­cubre una espeluznante «Señora de las Tinieblas» que se sus­tenta de materias primas muy caras a su corazón. Al final, Franz llega al borde de la disolución, pero sobrevive. Nuestra Señora de las Tinieblas (Our Lady of Darkness) es un relato de horror sobre­natural de primera clase, escrito con toda la cómoda facili-dad de un viejo maestro. Es, evidentemente, una fantasía auto-bio­gráfica, que habla de sufrimiento real, pero también tiene una madura calidad.

10 2 0 K 57
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menéame