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Aprovechando que el señor John Henry Belville trabajaba en el Observatorio de Greenwich, en 1836 creó un ingenioso servicio. Ponía su reloj en hora según el meridiano y luego se trasladaba en calesa por las casas de sus más de doscientos clientes poniendo sus relojes en hora. Belville siguió ofreciendo este servicio hasta su muerte en 1856, y cuando esta tuvo lugar, el privilegio de continuar ofreciendo ese servicio se le ofreció a su viuda, Maria, que lo hizo hasta su jubilación en 1892, cuando tenía ochenta años.