Me dicen que la belleza, subjetiva, es el producto del cerebro o la mente, que es aquí y solo aquí donde y cuando su concepción aparece. Dichosa esa idea de "la mente".
Suelen poner como ejemplo diferentes obras de arte, acudiendo normalmente a aquellas más polémicas, como las del feísmo, el brutalismo, las de ARCO y a todos esos artistas tan del S. XX y XXI que ustedes ya conocen, advirtiendo como estas obras son adoradas por unos mientras para otros son ejemplos de fealdad (a mí me encanta la fotografía industrial, mi madre decía que solo veía cementeras en esas fotos). Otros ejemplos utilizados como armazón del argumento suelen ser cosas como los gustos culinarios (yo no soporto el mojito, pero gusto del lento disfrute de un zumo de pomelo, muchos otros adoran al primero y dan arcadas con el segundo), la ropa que vestimos (pantalones blancos no, por favor), la música que escuchamos (¿disfrutó alguna vez, cubata en vaso de tubo bien agarrado, del ritmo de la pachanga?)... Y no suele ser raro que acabe el argumento con ese “para gustos los colores” que dice nuestra lengua, tan rica en proverbios... Pero es que los gustos y la belleza pudieran no tener siempre que ver. Pareciera que se confunden en ocasiones.
Podríamos resumir, citando al famoso Francisco Mora, la cuestión con la siguiente frase: “La belleza es creada por el cerebro humano (...) la belleza aparece como creación del ser humano, el sujeto, tras observar y percibir ciertas características del objeto que contempla”[1]. Este parece ser el marco filosófico que ya desde hace mucho tiempo hegemoniza la cuestión. Pero si en otras ocasiones les he escrito aquí mismo en Menéame sobre la tiranía de la llamada subjetividad, tampoco será este un asunto que se escape.
Y es que algunas preguntas parecen difíciles de contestar solo desde este marco. Primero, y aunque las definiciones de la RAE en ocasiones quedan cojas para tratar asuntos filosóficos, creo que en esta ocasión podemos coger la segunda acepción de “subjetivo” de la Academia para el caso que tratamos: “perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo” (atentos a la inclusión de la palabra “relativo” en la definición). La primera pregunta es más o menos evidente, ¿cómo podemos decir que la concepción de belleza solo es relativa al sujeto, si para decir de algo que es bello o no, siempre debemos referir a un objeto o fenómeno (sean estos reales o figurados)? Cuando afirmamos que la belleza es solo subjetiva, es decir, solo relativa al modo de pensar o sentir del sujeto, estamos obviando que para adjetivar, pensar o sentir a algo como bello es necesario previamente ese algo. No parece por tanto que la belleza solo sea relativa al sujeto - bello es un adjetivo que necesita de un sustantivo - sino más bien que aparece como una relación entre ese objeto adjetivado, pensado o sentido y el sujeto que adjetiva, piensa o siente (relativo: “que guarda relación con alguien o con algo”). volviendo a la cita de F. Mora, si “la belleza aparece como creación del ser humano, el sujeto, tras observar y percibir ciertas características del objeto que contempla”, se está reconociendo que esas “ciertas características del objeto”, pongamos como ejemplo ciertas relaciones espaciales entre partes, véase el Hombre de Vitrubio, ejercen estadio crítico en la concepción de la belleza que ha elaborado dicho ser humano. No puede ser por tanto solo relativo al sujeto.
Y esto último nos lleva ya a la siguiente pregunta, ¿cómo se ha formado el concepto de belleza en el observador, ese humano?, ¿acaso apareció en el observador como un ex-nihilo, cosa que nos llevaría a un oscuro laberinto de marcado carácter metafísico, o se ha ido formando a lo largo de la vida de esa persona? Aquellos que encuentran belleza en una música “no de primera escucha” (una sinfonía de esas pesadas, o un largo tema “prog”), o en un sesudo cuadro conceptual, ¿nacieron ya con esa idea de belleza, o acaso es que la belleza es algo flotando por ahí que se apropió de ese observador (el "espíritu de la belleza que se posa en lo bello", leemos en ocasiones)?, ¿no será tal vez que se ha ido formando con el tiempo; no es necesario en ocasiones conocer y “empaparse” del tema en cuestión para ser capaz de “entender la belleza que se esconde”? Al menos buena parte de la belleza que pueda tener Los Fusilamientos del 2 de Mayo de Goya parece tener mucho que ver con conocer la historia detrás del cuadro... La concepción de belleza que un sujeto pueda tener es también en ocasiones hija de un proceso social, imbricado en una complejidad de relaciones, y consecuencia de un largo aprendizaje; algo muy alejado de ese creacionismo mental que algunos presentan. Incluso reconocer, como la ciencia nos dice, que ciertas combinaciones de formas, volúmenes, colores, olores, sonidos, etc. pudieran sernos bellas de forma innata, no quita en cualquier caso la necesidad de unos objetos o fenómenos sobre los que adjetivar y aplicar esas propensiones, a la vez que refiere este innatismo a razones evolutivas, diremos que bien materiales en el fondo.
Piensen sino ahora cuando tal vez vieron por primera vez en vivo el impresionante Duomo de Florencia (o pongan aquí el ejemplo que quieran). Sin duda que Brunelleschi, previo a levantar materialmente la catedral, tuvo que pensar en ella. En cierta medida, solo en cierta, esas obras son la objetivación de su actividad cerebral. Primero existiría un boceto de la catedral en el cerebro del arquitecto, luego este tomaría entidad material, primero en el papel, luego en la realidad objetiva de la plaza, de forma más o menos cercana a su génesis ideal (dicen algunos que el proceso de creación suele ser un negociado continuo entre la idea y los límites materiales donde finalmente se insertará). Sin embargo podemos aventurarnos a afirmar que previa a esa idea que Brunnelleschi más tarde convertiría en realidad, este estudiaría otras obras, invertiría años formándose en técnica arquitectónica. Sabemos que Brunelleschi estudió a conciencia esas cúpulas que aún quedaban en pie y que tanto tiempo llevaban sin realizarse. De igual manera, el estilo arquitectónico idealizado y empleado, el gótico, era el propio de la época y sociedad donde el arquitecto se encontraba. Con todo esto queremos decir que incluso en el proceso de creación del artista lo objetivo, sea presente o refiera a una tradición histórica y cultural, es parte fundamental del proceso. También aquí lo subjetivo y lo objetivo refieren mutuamente y se alimentan.
No estamos aquí afirmando que la belleza sea algo solo propio de los objetos y fenómenos observados, eso sería caer en el mismo simplismo por el otro lado. Sin duda es necesario un observador, con un cerebro, para que el razonamiento o sentimiento de belleza exista. Lo que se dice es que esa belleza siempre aparecerá como relación entre el objeto, el sujeto y la complejidad de relaciones atributivas existentes con el medio. Decir que la belleza aparece solo como perteneciente o relativa al modo de pensar del sujeto, decir solo que “la belleza es creada por el cerebro humano”, es coger la parte por el todo, un ejercicio de cerebrocentrismo, ya que ese modo de pensar también es a su vez dependiente del objeto observado y de las relaciones que el observador haya tenido previamente con el medio social, el entorno geográfico, institucional, de su educación, etc...
Oponer mundo y cerebro, o más aún, mundo y mente, ese cajón de sastre donde tan pronto se pone como se quita, "el sustituto" (ustedes ya me entienden), es propio de ese idealismo que crea artificialmente un agujero entre el sujeto y el objeto. El cerebro o la mente (si es que esto último existe) son parte, sin duda crítica, en la concepción de belleza, pero serán, en todo caso, parte del proceso de tal concepción, tanto como nuestros ojos que captan la luz, el mármol en el que fue tallada la Santa Piedad de Miguel Ángel o el altavoz por el que usted escucha ese tema que le remueve las tripas. La reducción cerebrocentrista, propia de una visión dualista encerrada en los límites del problema “mente-cuerpo", participa así de la tradición idealista, ya que necesita en última instancia de un motor o sustancia propio para justificarse: esa dichosa mente de la que tanto hablamos hoy... de nuevo solo el “yo” dando forma al mundo conocido.
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[1] Mitos y verdades del cerebro, F. Mora, 2018
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Otros artículos relacionados:
- "Neuro-X": cerebrocentrismo e idealismo
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Este texto se publica como entrega de la serie "Los peligros de la palabra ser". Otras anteriores entregas:
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- https://www.meneame.net/los
Comentarios
Creo, después de pensar mucho en el tema, (no me preguntes) que la belleza no es más que una forma de entender "que las piezas encajen", hay belleza cuando las partes conforman un todo que suma y cierra el círculo. Una cara nos parece fea cuando las "piezas no encajan".... un cuerpo (de hombre o de mujer) puede ser hermoso, bello cuando las piezas encajan, da igual si es alto, bajo, gordo, delgado... pero que haya una construcción global integrada y armoniosa. Y no sólo me refiero a la belleza física humana, no.
#1 bueno, siempre se ha escuchado eso de que la armonía es parte de la belleza. No sé si por ahí podría ir eso que dices de que "las piezas encajen". En música, que es el "arte" del que más controlo, también lo he escuchado en el cine, siempre se dice eso de "es una pieza redonda".
En cualquier caso en el texto tengo cuidado de no entrar a definir qué es y qué no es belleza, eso ya es un berenjenal...
#5 No recuerdo qué filósofo griego dijo aquello de: "Lo bello es difícil."
#6 Platón, en el diálogo "Hipias Mayor". Siempre tan trágico este Platón...
Personalmente, la concepción o definición de belleza con la que me siento mas identificado es la que la interrelaciona con la ética. La belleza no siempre es lo que amamos, sino mas bien aquello que "merece" ser amado.
#0 Yo creo que cuando se hace hincapié en el papel del observador es porque la mirada determina en tal grado la valoración, pudiendo invertir su signo desde absolutamente cualquier premisa, que el objeto observado puede llegar a quedar relegado al terreno de lo anecdótico.
Como se desprende de lo que dice #2 hay un cierto componente cultural como construcción posterior a la mera reacción biológica.
La discusión remite a las nociones del bien y el mal, y en ese sentido seguimos en una suerte de antropocentrismo aristotélico que nos limita y que a mi entender se debe superar:
Relativo, como bien subrayas, es un buen punto de partida en esto, sólo después viene todo lo demás.
#4 #3 diría que es difícil negar, como bien apuntáis, que lo que algunos consideran bello para otros no lo es (en el texto pongo ejemplos de eso mismo). Pero en cualquier caso, lo que cada uno considere bello, neutro o feo (he elegido esto de la belleza por serme sencillo de ejemplificar, pero el asunto se puede trasladar a muchos otros ámbitos) siempre tendrá una relación, "será relativo" (como apuntaba en el texto) con el objeto a valorar, y en muchos casos con el pasado y ambiente social (disculpar el simbolismo) del sujeto que valora (aunque diría que eso de la belleza "clásica" resultan agradable para todos).
El punto del texto es que en el proceso de valoración que el sujeto realiza, lo que llamamos "subjetividad" (que en el lenguaje moderno ubicamos en eso de "la mente") solo es una etapa de todo ese proceso. Una etapa que también es influenciada a su vez por lo externo y objetivo al sujeto. La creación de ese sentimiento o razonamiento (no lo sé) que llamamos belleza, sea lo que sea (tengo cuidado en el texto de no entrar a definirla pues tampoco sabría hacerlo), es un proceso que implica y relaciona necesariamente elementos objetivos además de los subjetivos propios al sujeto que valora.
#7 *donde se lee "simbolismo" quería escribir "simplismo"
#3 #4 Aquí os dejo dos enlaces a dos breves artículos que escribí hace tiempo aquí en Menéame, sabréis ver que en el fondo tienen relación con lo que trata este texto, y que tal vez sirvan para entender mejor el punto (me quedo con la duda si soy capaz de transmitir la idea ):
"Neuro-X": cerebrocentrismo e idealismo
Ucrania: de maniqueísmos y relaciones distributivas y atributivas
Depende de que belleza hablemos. Si hablamos de la clásica belleza física, a ver salvo que estemos ciegos, no se puede negar cuando una persona es guapa. Otra cosa es que dentro de esa belleza física, algunas personas busquen extremos de perfección que no existen (y que tantos problemas dan a los más jóvenes, sobre todo chicas adolescentes, e incluso niñas. Buscando eso, una perfección que es imposible de alcanzar).
Pero luego tenemos una belleza, como la del arte, muy subjetiva. A mí me pueden enseñar un cuadro blanco, o cuatro bolsas de basura puestas formando un cuadrado, que eso para mí no es belleza ¿Qué puedes imaginarte que hay unicornios revoloteando alrededor, dentro del cuadro, o en la superficie de las bolsas de basura? Por creer, puedes creerte cualquier cosa. Luego así pasan casos de personas que creen que el anillo de su abuela, vale mil euros, por su valor sentimental. El problema es que respecto a otra persona ese valor es cero. Porque no tiene los mismos sentimientos hacia el anillo que la susodicha mencionada primero.
Saludos.