Fue hace pocas semanas cuando encontré por casualidad el comentario de una chica admitiendo que prefería jugar con el micro apagado en juegos de equipo porque si no sabían que era chica jugaba más cómoda y el ambiente del grupo era distinto. Y hoy he venido a hablar ni corta ni perezosa de un momento confuso, una época en la que sufrí marginación machista por parte del profesorado universitario a cargo de un proyecto sobre videojuegos.
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Prefiere ocultar que es mujer para no recibir invitaciones de pagafantas virtuales.