En la primera semana de junio de aquel año entró a su casa la primera llamada telefónica amenazante. Un supuesto grupo guerrillero le exigía una millonaria suma como contribución al movimiento. Como exmilitar, de inmediato pidió protección al Ministerio de Defensa y a la Policía. No la obtuvo y por eso optó por alejar a sus tres hijos. Por una época se fueron a la Costa Atlántica, después a Estados Unidos. Nunca el Estado les brindó mínimo apoyo para defenderse.
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Desoladora esta historia.