A mi el control de los aeropuertos me pone enfermo. Vigilo mi maleta de reojo como si llevara dos hilos de hachís, uno de cocaína, panceta de cerdo y muchas botellas de perfume de más de cien mililitros. Cuando me acerco me voy quitando el cinturón, descargo los bolsillos y me miro los pies pensando que calzo las botas de Esquilache.