Resulta paradójico que apenas se valore el trabajo de las mujeres que cuidan lo que más queremos: nuestros hijos, nuestros ancianos, nuestro hogar. Ni siquiera se hace la concesión de considerarlo un oficio. Por eso siguen sin tener prestación por desempleo y muchas veces ni siquiera cobran el salario mínimo. Hasta hace muy poco ningún organismo se interesó por las condiciones laborales de las empleadas domésticas. Ahora la ley empieza a tenerlas en cuenta. Ahora ellas se han organizado, hartas de que las consideren trabajadoras de segunda.
Comentarios
Por la entradilla pareciera que todos tenemos chacha.
Que una limpiadora cobre en negro le beneficia tanto a ella como al que paga. Preguntadle a Echenike que de eso sabe un rato.