El alemzutumab era una molécula prometedora cuando se creó en el Departamento de Patología de la Universidad de Cambridge a finales de los años 80. Pero el fármaco, cuyos derechos pertenecían a la empresa pública British Technology Group (BTG), no sólo resultó válido para trasplantes sino para enfermedades como la esclerosis múltiple o varios tipos de leucemia. Había nacido una estrella, pero para entonces sus beneficios no irían de vuelta al sistema público británico.
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Suele pasar. La investigación se financia con fondos públicos y cuando se encuentra una vía prometedora los investigadores son contratados por un laboratorio privado que es el que se queda finalmente con los descubrimientos más rentables. Liberalismo le llaman.