La falsa objeción de conciencia —en la pública no, pero en la privada sí y a título colectivo, en vez de individual— ha impedido a miles de mujeres llevar a cabo una interrupción voluntaria del embarazo en su propio territorio, viéndose obligadas a desplazarse y estar más tiempo embarazadas, o acudir a centros privados.
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Entre abortos y eutanasias deberían sacar una especialidad nueva en medicina, el "médico verdugo"