Cuando Omer Yavuz, un carpintero de 28 años, vio a aquel niño de espaldas mirando a través de la cristalera observando a los deportistas del Olympiat Sports Center de la ciudad turca de Adiyaman, no pudo evitar retratar aquel conmovedor instante. Era la noche de 2 de enero, hacía frío y aquel pobre chaval, vestido solo con unas chancletas, un jersey destartalado y cargando a cuestas un banquito para lustrar zapatos en la calle, estaba allí parado fascinado por un mundo que nunca se le había permitido conocer.
Comentarios
Aun quedam buenas personas en Turquía que necesitan nuestro apoyo
Es un gesto bonito y que seguro que al muchacho le alegrará, y es posible que le abra nuevas oportunidades.
Los gestos mueven conciencias y si, muchos hiciéramos gestos el mundo sería un poquito mejor. Un mundo lleno de bonitos gestos.