Hace 8 años | Por --495841-- a directa.cat
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Quien ha sido el alma del salón inmobiliario Meeting Point -una tribuna desde la que se erigió en encendido propagador de la burbuja del cemento y ha intentado lavar la cara al sector en los peores momentos de crisis- acaba de anunciar que deja la feria. TRADUCCIÓN: #1

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TRADUCCIÓN

El pasado jueves, durante la presentación de la decimonovena edición de la feria inmobiliaria Barcelona Meeting Point -que comienza hoy-, lo que hasta ahora ha sido principal factótum y cara visible desde el primer día, Enrique Lacalle Coll, anunció que este sería su último salón y que abandonaría la dirección del Meeting Point al terminar la exhibición de este año, así como la de la feria SIL, dedicada a la logística, que también preside. El motivo alegado es de aquellos que -en la política y los negocios- casi nadie se acaba de creer: que ya tiene 65 años y necesita bajar el ritmo y estar más tiempo con la familia. Jordi Cornet, presidente ejecutivo del Consorcio de la Zona Franca (el organismo que impulsa el Meeting Point), enseguida se ha encargado de dejar claro que la continuidad del salón está garantizada, pero la sensación generalizada entre el equipo organizador es que , sin la figura de Lacalle, el Meeting Point queda muy tocado.

Sólo la tozudez de este antiguo dirigente del PP ha hecho posible mantener en pie una muestra que, en los últimos años, se ha convertido en un horror show en el que un sector ficticio y en quiebra se mostraba tal como era, descarnadamente. Mientras, en los salones de Montjuïc, las inmobiliarias de toda la vida iban quedando arrinconadas por filiales de grupos bancarios y fondos de inversión de capitales ignotos, Lacalle ha continuado paseándose, edición tras edición, por todos los medios donde el invitaban poniendo su mejor cara y repitiendo el mantra de que la caída de las ventas ya había tocado fondo y el sector inmobiliario repuntaba. A pesar del panorama dantesco y el hecho de que cada año se pusiera en entredicho la continuidad de la feria, Lacalle -una persona bien conectada con el poder- siempre ha conseguido la presencia de consejeros de la Generalidad y ministros del gobierno del Estado (Luís De Guindos ha sido un habitual) a las inauguraciones, que han pronunciado charlas o han celebrado encuentros a puerta cerrada con representantes del sector. Ha hecho de todo para salvar el salón: cuando se empezaba a hablar de los rusos y los chinos, montó una división especial dedicada a captar inversores hambrientos de metro cuadrado de estas procedencias, el Russia and China Meeting Point, del que se han celebrado dos ediciones, los años 2013 y 2014; eso sí, no en Barcelona, sino en Benalmádena, en la Costa del Sol.

El hombre que come con todo el mundo

Lacalle siempre ha cultivado la fama de excelente relaciones públicas, de hombre amable, un charmant capaz de entenderse con todo el mundo y de ir a comer con quien sea, por encima de ideologías, sobre todo si hay negocio de por medio . La buena cara y las exquisitas formas de jugador de golf en Llavaneres le han cambiado en pocas ocasiones: una, por ejemplo, cuando, en el año 2012, un grupo de activistas de la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH) se coló en el Salón gritando consignas contra los desahucios y lanzando ejemplares de La Vanguardia hechos añicos a modo de confeti. Un airado Lacalle calificó el episodio de "lamentable". Las protestas se han ido sucediendo durante los años subsiguientes, pero el máximo impulsor de la feria ya no ha dicho ni pío al respecto. Por cierto, los ejemplares de La Vanguardia regalados a todas las visitantes son otro clásico del Meeting Point. Cabe decir que Lacalle también es consejero del Grupo Godó, editor del diario.

Queda muy lejos, todo este panorama de las escenas idílicas de los primeros años, cuando el ahora dimitido director puso en marcha una feria que el mismo sector veía con cierto escepticismo. Estamos a mediados de los años 90, el ladrillo se empezaba a vender como el agua y no necesitaba marketing ni dinamización. En un ámbito de negocio -el de las constructoras y las promotoras inmobiliarias- en que los principales factótums rehuyen aparecer en los medios, Lacalle se erigió en portavoz corporativo in pectore. El equipo promotor del primer Meeting Point tuvo la habilidad de hacerlo abierto al público; así, las imágenes de familias y parejas haciendo colas por los pabellones de Montjuïc a la caza y captura de una ganga donde ir a vivir oa pasar el fin de semana fueron la mejor tarjeta de visita de una burbuja que comenzaba a hincharse . Durante aquellos años, los principales impulsores de aquella burbuja del ladrillo -los Sanahuja (Sacresa), Fernando Martín (Martinsa), Bruno Figueras (Habitat) ... -, luego caídos en desgracia, se paseaban del brazo de Lacalle para las moquetas del Meeting point como unos nuevos reyes Midas. Éste, en su habitual ronda de comparecencias en los medios de comunicación cada vez que se acercaba una nueva edición, no se cansaba de animar todo el que tuviera algunos ahorros a invertir en propiedades inmuebles. Aunque el año 2009, cuando la crisis del ladrillo ya era palpable, el Meeting Point puso en marcha una especie de filial low cost con las gangas más potentes.

Negocio familiar

Lacalle impulsó el Meeting Point en 1996, cuando hacía pocos meses que había dejado de ser jefe del grupo municipal del PP en Barcelona y el nuevo gobierno central de José María Aznar -que en principio lo quería enviar de embajador en París- le nombrar delegado del Estado en el Consorcio de la Zona Franca, un cargo que le satisfacía mucho más: así podía estar más cerca de lo que siempre ha sido el negocio familiar: las ferias, los salones y el lobbying empresarial que fluctúa alrededor de el universo de la Feria de Barcelona. Su padre, Enrique Lacalle Bernadas, ya había sido tesorero de la antigua Feria de Muestras y fundador del Salón del Automóvil. También, como el hijo, fue concejal en el Ayuntamiento -franquista en este caso- y procurador en las Cortes por el Tercio Familiar.


Desde el consorcio de la Zona Franca, Lacalle hizo una apuesta nítida por el expansionismo y la implicación en proyectos urbanísticos faraónicos más allá del ámbito del parque logístico, como el Parque Industrial del Pueblo Nuevo (en el 22 @) y el centro comercial de la Feria de Hospitalet; alguno de ellos fallido, como la urbanización de los antiguos cuarteles de Sant Andreu. Desde el Ayuntamiento, había hecho una oposición blanda en la época de Maragall, en el que incluso llegó a ser consejero del Comité Olímpico Barcelona 92 y vicepresidente de una Diputación claramente dominada por el PSC. Y todo ello sin dejar de formar parte de los consejos del Salón del Automóvil y del Náutico, cargos que prácticamente había heredado del padre. El automovilístico, la acabaría presidiendo desde el año 2001. forjar la imagen de transversalidad en parte gracias al Barça ya un programa del circuito catalán de TVE, La Barbería, en la que políticos de diversas formaciones conversaban amigablemente sobre fútbol. De hecho, años más tarde, acabaría siendo vicepresidente del Barça durante la presidencia de Joan Gaspart.


De la política, no salió incólume del todo. En 1997, cuando ya estaba en el consorcio de la Zona Franca, resultó imputado en una de las piezas del caso Torras, al constatar que el financiero Javier de la Rosa había financiado las campañas electorales de Lacalle al frente del PP de Barcelona de forma generosa. Se habló de donaciones por valor de 500 millones de pesetas. Él lo resolvió con su flema habitual, admitiendo que había parado la mano, pero que era normal porque "las campañas electorales son muy caras y, en política, todo el mundo pasa el platillo". Es cierto que De la Rosa daba dinero a todos los partidos políticos que los pedían en aquellos años ... La causa se sobreseyó un año más tarde porque no se pudo probar que los donativos fueran fondos desviados del grupo kuwaití KIO, propietario Torras en aquellos años.


Negocios con Prenafeta

Esta no es la única mancha judicial de su expediente, aunque siempre se ha ido saliendo. Moviéndose durante tantos años entre bambalinas de un sector tan vinculado a la corrupción como el inmobiliario, por alguna parte tenía que salir salpicado. En 2010, su nombre apareció en el sumario del caso Pretoria, en concreto, en relación con las obras de urbanización de la plaza de Europa de L'Hospitalet de Llobregat. Según la investigación policial, Lacalle y Espacios (una de las empresas de Lluís Prenafeta) habrían cobrado comisiones ilegales (de 600.000 y 900.000 euros, respectivamente) para la venta de dos fincas de las familias Godó y Giró Catalonia Hoteles, una cadena de la cual -por cierto- Lacalle siempre ha sido consejero. Finalmente, el juez no encontró indicios de ilegalidad en la transacción.

Años antes, en 2000, Lacalle y su mujer, Chantal Mulos, también fueron imputados por una presunta estafa en la venta de un hotel en Tenerife, del que eran socios. Otro socio les denunció por haberse apropiado íntegramente de las plusvalías de la operación. El caso se archivó después de que fuera citado a declarar en varias ocasiones, aunque, en el sumario, quedó documentado que Pedralbes Consulting, la sociedad patrimonial de Lacalle y Mulos, se había llevado una comisión de 26 millones de pesetas con la transacción . Por cierto, una hermana de Chantal Mulos, Cristina, está casada con Javier Valls Taverner, copresidente del Banco Popular durante años y miembro de la estirpe de banqueros vinculada desde siempre al Opus Dei.