Hace 2 años | Por --577995-- a counterpunch.org
Publicado hace 2 años por --577995-- a counterpunch.org

Shireen Abu Akleh fue un problema para las FOI y el Estado de Israel durante toda su carrera de periodista. Era un problema por quién era y por quién no era. Para empezar, Akleh era palestina, nacida en Belén, pero también era una ciudadana estadounidense que había vivido durante años en Nueva Jersey con los parientes de su madre. Era una árabe, pero también una mujer cristiana cuyo funeral se celebró en la Catedral de la Anunciación de la Virgen y cuyo cuerpo fue enterrado junto al de sus padres en el antiguo cementerio anglicano.

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"La audiencia que escuchaba a Akleh encontraba su voz reconfortante, incluso cuando describía escenas de horror. Les resultaba familiar e íntima. Una voz que les hablaba directamente a ellos. Una voz que comprendía sus vidas. Una voz que conocía sus calles y vecindarios, sus mercados y escuelas. Una voz que había experimentado las indignidades y las humillaciones diarias, los actos de valor y la violencia repentina que caracteriza la vida en los territorios ocupados."

"¿Cómo habría descrito esa voz, que había transmitido empatía e indignación a millones de personas a lo largo de décadas, la escena surrealista que se desarrolló en su propio funeral, cuando la policía israelí con equipamiento antidisturbios cargó contra la multitud, con porras y pistolas paralizantes, arrancó la bandera palestina que cubría el féretro y empujó y apaleó a los portadores tan violentamente que el propio féretro estuvo a punto de caer al suelo?"

La policía había advertido al cortejo fúnebre de que no cantaran canciones palestinas, ni eslóganes palestinos. “Si no interrumpen los cánticos y canciones nacionalistas tendremos que dispersarles usando la fuerza y no permitiremos que se celebre el funeral”, gritó un oficial de policía a la multitud a través de un megáfono, poco antes de que los policías antidisturbios cargaran contra el cortejo.

"La policía justificó el empleo de mano dura alegando que alguien había arrojado una piedra. Shireen habría apreciado la ironía. Ella conocía el poder simbólico de las piedras en Palestina. Había pasado buena parte de su carrera cubriendo los sucesos de la Segunda Intifada. Una piedra era el símbolo de la resistencia; también la excusa para que las Fuerzas de Ocupación Israelíes abrieran fuego contra las multitudes de manifestantes, incluyendo a niños. Una bandera, una canción, una voz, una piedra. ¿Por qué estas cosas tan simples, casi tan antiguas como las propias Colinas de Hebrón, les ponen tan nerviosos? Shireen nos lo podría haber explicado."