Ya lo escribí hace un año y me jode tener razón. La cosa era matar a 200.000 personas más y fundir 200.000 millones más antes de llegar al mismo acuerdo al que podíamos haber llegado poco después de comenzar la guerra.
Pero no, hombre, había que levantarle un altar a Disney y seguir discutiendo todos los putos días quién era el invasor, quién era el culpable, y quién tenía que perder, porque los malos no pueden ganar nunca. De verdad que me parece increíble lo mucho que se defiende el laicismo y lo jodidamente aferrados que muchos siguen a esa mentalidad religiosa de que hay que premiar a los buenos y castigar a los malos, el cielo, el infierno, y el purgatorio de las sanciones.
Y es que los hechos son los que son, los mismos que hace doscientos mil muertos y doscientos mil millones. No hay una manera realista de conseguir que los rusos se retiren de los territorios que ocupan, ni hay una manera realista de conseguir que paguen la reconstrucción del país, ni tampoco de llevar a sus líderes ante al justicia internacional, máxime después de lo que ha pasado y sigue pesando en Gaza.
Y a lo mejor viene bien echarle un vistazo a otros hecho que no se mencionan tan a menudo pero también tienen su peso. ¿os dais cuenta de que uno de los efectos de la guerra de Ucrania es fomentar el acercamiento entre Rusia y China? ¿Cómo va a estar EEUU de acuerdo don eso, cuando China es su principal adversario? ¿Va a permitir que se forma esa alianza, o una tan dañina para ellos como la de los BRICS, sólo porque Ucrania no quiere ser rusa? Venga ya, hombre.
¿Os dais cuenta de que Irán fabrica buena parte de los drones y la munición rusa, y que mientras Rusia esté achuchada los iraníes pueden pedir casi cualquier cosa a cambio? ¿Para qué quiere Irán desarrollar un costosísimo programa nuclear cuando tiene un vecino y aliado al que le sobran bombas atómicas y puede facilitarle un par de docenas a cambio de su asistencia militar en la guerra de Ucrania? Irán ya es, seguramente, una potencia atómica, y todo por la mierda de la guerra de Ucrania.
¿Os dais cuenta de que los norcoreanos, estén de veras o no sobre terreno, ya han obtenido magníficos acuerdos a cambio de su apoyo y de convertirse en proveedores de munición de artillería? Y todo por esta estúpida guerra.
Estados Unidos quiere acabar con esa guerra cuanto antes para, cuanto antes, acabar con el acercamiento entre Rusia y China, y volver a aislar a Irán y Corea del Norte en la media de lo posible. Y va a hacer lo que sea necesario, siguiendo su propia escala de intereses, en la que Ucrania, la verdad, queda bastante abajo. Y para conseguirlo, tiene dos opciones: o derrotar a Rusia, lo que es francamente difícil, o derrotar a Ucrania, lo que ven claramente en su mano sin mucha dificultad. Así que van a optar por el segundo plan, derrotándonos de paso a los europeos, y dejándonos solos, sin asistencia americana y sin asistencia de la OTAN para que los europeos nos echemos la mano a la cartera para gastar en nuestra propia defensa, a ser posible, comprando carísimos juguetes bélicos americanos. Para ellos es un win-win de manual, y para nosotros es una reputísima mierda. Una, que, para colmo de males, no tenemos muchos modos de evitar.
Tenemos muchas opciones, es cierto, pero ninguna es realista con los mimbres actuales. Y trump lo sabe. Sin un profundo cambio de mentalidad, que no se consigue a corto plazo, nos queda llorar, patalear y llamar fascista a Trump, pero poco más.
La solución, quizás, sería aliarnos con Rusia, o con China, para que los americanos tuviesen algo que apuntar en la columna de pérdidas. ¿Pero alguien ve eso posible? Yo no, desde luego. Y como sólo se puede negociar con lo posible, pues nos quedan, como digo, la indignación, las pataletas y las lágrimas.
Poco más.
A tenor del artículo anterior, donde se analizó el caso de un spammer muy prolífico, conviene señalar los métodos que usan los spammers para dar visibilidad a sus webs aprovechando las fallas en las normas de Menéame y el ojo poco observador de los administradores. En este artículo voy a mostrar las dos técnicas más habituales, que he dado en llamar "el ataque menealéptico" y el "demasiado grande para caer". Eso sí, sólo se van a analizar casos donde el spammer es el principal beneficiario, no casos donde el spammer es simplemente pesado por afición o sintonía con la fuente.

La última actualización de las normas de Menéame advierte de lo siguiente:
"Basado el la norma anterior que decía que: «El autobombo está permitido si se ejerce con moderación, buen gusto y acompañado de participación activa». A partir de esta actualización, se sancionará a quien emita un voto “spam” a los envíos de usuarios que cuenten con un karma de 7 o mayor, siempre que sus 5 envíos anteriores provengan de fuentes distintas a la del envío denunciado."
El truco es claro: si tienes karma superior a 7, puedes hacer spam siempre que tus 5 envíos anteriores procedan de otras fuentes. Por lo tanto, la forma de actuar es la siguiente:
Lo que ocurre es que los spammers no suelen ser "buenos" usuarios de Menéame. Pasan poco tiempo, interaccionan poco, comentan poco, no votan el contenido de otros usuarios... Vamos, que suelen estar aquí básicamente por el spam.
Por eso, para darle más rapidez al asunto, suelen enviar esos cinco meneos previos a su spam... a toda hostia.
Veamos como ejemplo el caso del spammer de El Infiltrado mencionado en el otro artículo:

Como se puede ver, ha realizado dos envíos previos a su spam en un periodo de 3 minutos, en este caso de La Marea y el Plural. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? El día 17 de mayo nos encontramos con algo parecido: 5 meneos en cinco minutos, de El Plural, La Marea, El Salto Diario, Público y 20 minutos, para unos pocos minutos más tarde poner el enlace a su web y dar el día por terminado.

Y el día 16, y la mayoría de días, más de lo mismo:

La fórmula es obvia. Tiene un artículo de su web recién salido del horno, pero claro, antes de spamearlo hay que subir unas cuantas fuentes diferentes primero. Y nada para mantener el karma alto que artículos con potencial de portada en Menéame de las fuentes más habituales del sitio. Artículos que probablemente ni lea (¿cinco artículos en cinco minutos? Éso es rapidez).
¿Y por qué los admins no toman medidas? Pues podría ser que, como ya ha comentado algún otro usuario, se esté dando una situación de win-win para ambas partes: el spammer y los propietarios de la web: el spammer recibe visitas a su medio, y la web se llena de contenido y tráfico aunque sea de forma artificial. "El algoritmo eres tú", que lo siguen llamando.
El siguiente método es muy básico. Consiste en "ofuscar" la fuente, ésto es, la URL. Como habitualmente se puede ver la fuente del meneo en el propio cuadro de información, junto con el usuario y la fecha de envío, el spam puede tener poca eficacia si los usuarios han aprendido a identificar la fuente como spam o de baja calidad de contenido (uno de los motivos por los que los meneos de ciertas webs se llenan de negativos con pocos clicks, por ejemplo The Ojete The Objective).
Los spammers lo saben y, por lo tanto, han aprendido la técnica de "incrustar" contenido en otras fuentes más grandes, generalmente redes sociales. Por ejemplo:
Veamos el caso del spammer de un blog llamado "Filosofando conmigo mismo":

Si uno observa su historial, puede ver que también suele utilizar la estratagema de menear envíos de distintas fuentes antes de enviar la suya propia, aunque no con tanta celeridad que el spammer de El Infiltrado. Es decir, que este usuario al menos sí pasa tiempo en la web y además interactúa con el resto de usuarios.
Pero resulta que ahora le ha dado por menear vídeos de Youtube. ¿Inocentemente? Atento al título de los meneos...

... y atento a la lista de vídeos del canal de Youtube "Latinos en España":

Podría ser un inocente usuario que le hubiese cogido cariño a ese canal de Youtube... si no fuese porque los vídeos acaban con esta imagen:

¡Tachán! Truco realizado. Y ahora, si los administradores pensasen en banear la URL de filosofandoconmigomismo... ¡a ver quién se atreve a banear a Youtube! Que vale que ya se meneen pocos vídeos de gatos, pero siguen siendo SA-GRA-DOS.
Cuando alguien llama un domingo al portero automático y coges el telefonillo, lo primero que piensas es que algún desaprensivo ha aprovechado el festivo para repartir publicidad y hacerse unos cuartos extra a costa de la tranquilidad ajena, pero cuando abajo contestan que es la policía echas de menos al repartidor.
Y no es que tenga yo cuentas pendientes con la justicia, ni razones para temer que vengan a detenerme, pero la policía, un domingo y a las nueve y media de la mañana, no suele venir a devolverte un décimo de lotería premiado que has perdido por la calle.
Abrí dócilmente la puerta y esperé a que subieran a mi piso. Eran dos agentes, uno de pelo blanco y el otro casi un chaval al que el uniforme le sentaba como un disfraz. El más viejo me saludó, me preguntó si era Gonzalo Pozuelo, y cuando respondí afirmativamente me alargó sin más preámbulos la fotografía de una mujer muerta con el rostro tumefacto y bastante desfigurado.
—¿La conoce? —me preguntó después de unos segundos.
—No. Creo que no —respondí devolviéndole la foto.
—Llevaba su nombre y su dirección en la cartera —explicó el más joven.
Yo me encogí de hombros.
—Comprendan que así, en una fotografía como esa... —traté de justificarme.
El del pelo blanco parecía esperar esa respuesta, porque se agarró a ella de inmediato.
—Tenemos que pedirle que nos acompañe al depósito de cadáveres, por si pudiera identificar a la difunta.
Normalmente no hago planes para los domingos y dejo a la casualidad, al impulso o a la llamada de un amigo la decisión definitiva sobre a dónde ir o qué hacer; ese sistema de permitir a lo inesperado operar por su cuenta me había dado buen resultado durante muchos años, pero aquel día lo inesperado se estaba pasando de la raya.
—No nos llevará mucho tiempo —trató de animarme el del pelo cano.
—Antes de las once estará usted de vuelta —reforzó el otro.
No era cuestión de hacerse de rogar; había que ir, y punto, así que comprobé con tres palmetazos por mi anatomía que llevaba las llaves, la cartera y las gafas, y baje en el ascensor con los dos agentes.
Me subí al oche patrulla con una sensación extraña, como si me llevasen detenido por algún delito que ni siquiera podía imaginar, igual que Joseph K, el del proceso de Kafka. Los dos policías no hablaban entre sí y el silencio acentuaba mi aprehensión, así que acabé preguntando qué le había pasado a la mujer.
—Apareció muerta en una boca de metro. En Cruz del Rayo —explicó el más joven—. Le dieron una paliza y luego la apuñalaron con un cuchillo o alguna otra arma blanca.
Entonces, de pronto, caí en la cuenta de que si la mujer llevaba encima mi nombre y mi dirección, muy bien podían considerarme sospechoso
—Oigan, ¿no pensarán que he sido yo? —pregunté alarmado.
El del pelo blanco se echó a reír.
—Puede estar tranquilo. De vez en cuando aparece alguna rajada y tirada por ahí. Son ajustes de cuentas. Rencores. Clientes borrachos. El mundo de la prostitución barata. Ya me entiende...
Yo no entendía en absoluto, pero asentí de todos modos.
—¿Y no saben nada de ella? —pregunté por seguir la conversación.
—Le llamaban Carmilla, pero era un nombre de guerra. Nadie sabe cómo se llamaba en realidad ni de dónde era, ni si tenía parientes. Nada. Cuando tenía algo de dinero dormía en una pensión por la zona de Tirso de Molina, y cuando no en la calle, en el metro o en algún cajero automático.
—Vaya panorama —lamenté yo con un suspiro.
—Mendicidad, prostitución, drogas.... sólo faltaba meterse en política —remachó el policía sonriéndome con los ojos a través del espejo retrovisor.
Después de abandonar la parte más complicada de la ciudad conseguimos por fin acelerar. Los domingos por la mañana hay menos tráfico en Madrid que de costumbre, pero de todos modos tardamos al final más de media hora hasta el Instituto Anatómico Forense. El trayecto, aún así, no se dio mal: viajar en un coche patrulla no agiliza el tráfico ni te libra de los semáforos, pero por lo menos no te pita ni Dios.
Bajé del coche y seguí a los dos policías, que fueron abriéndose camino en el edificio con la destreza del que ha recorrido demasiadas veces unos pasillos que ni a fuerza de claridad y de amplitud conseguían dejar de ser siniestros.
De la sala donde tenían a la mujer sólo recuerdo las luces chillones, los brillos metálicos y el olor a alcohol y desinfectantes. Quizás olía también a tristeza, a silencio revenido, y mucho también a perplejidad, pero como todo el mundo sabe esos olores son casi imposibles de distinguir de los del formol y la lejía. La muerta estaba tapada con una sábana blanca y cuando estuve lo bastante cerca, un operario con bata verde descubrió su rostro.
—¿La conocía? —preguntó el policía del pelo blanco, con el mismo tono que había empleado cuando me enseñó la fotografía.
Yo traté de hacer coincidir sus rasgos con un catálogo difuso de amigos, conocidos, clientes y familiares lejanos, sin lograr encajarlos con ningún patrón. Después del interés inicial, el conjunto perdió consistencia y se fueron imponiendo poco a poco las heridas, los moratones, y el labio levantando mostrando los dientes desiguales y las encías enrojecidas. Dí un paso atrás.
—Me suena su cara. No la ubico, pero me suena —repuse en voz baja reprimiendo una náusea.
El policía más joven debía ser de mi misma opinión, porque se mantuvo prudentemente al margen, mirando al cadáver sólo con vistazos breves. Para simular que hacía algo sacó una libreta del bolsillo y apuntó algo; estaba al otro lado de la camilla, pero adiviné que escribía una tontería del tipo “dice que le suena, pero no la conoce”.
El operario de la bata verde descubrió entonces completamente el cadáver desnudo de la muerta.
—No es muy agradable, pero es necesario —trató de justificarse.
Yo respiré hondo y constaté que al menos la primera parte de la afirmación era cierta. El cuerpo de la mujer estaba lleno de golpes, y presentaba una herida larga y brillante en el abdomen por la que asomaba el tracto intestinal. También tenía una cicatriz en forma de media luna en el tobillo.
Y entonces recordé.
Aquella cicatriz se la había hecho mi perro allá por el año setenta, una tarde que vino a buscarme a la finca de mi padre. Era ella. Hacía treinta años que no la veía y por lo menos veinticinco que no preguntaba por ella a alguno de los escasos conocidos comunes a los que aún me encontraba de vez en cuando. Le había perdido la pista allá por el año ochenta y tantos, cuando habló de marcharse un tiempo al extranjero a aprender idiomas.
Pero era ella.
Durante un tiempo nos vimos sólo durante los veranos, en Toledo, y luego, cuando yo me fui a Madrid empezamos a quedar varias veces a la semana, para jugar al tenis, para ir al cine, o para charlar simplemente delante de un café que yo siempre dejaba enfriar antes de darle el primer sorbo. Y no lo hacía sólo con el café, maldita sea.
Hubo algo. Hubo mucho entre nosotros. Café y tenis. Besos y silencio. Y lo que ninguno de los dos supo hacer perdurable.
—¿La conocía? —preguntó una vez más el policía canoso.
¿La conocía? Me pregunté yo. Se llamaba Pilar. Pilar Monzón. En ella, Monzón no era tanto un apellido como un perfecto adjetivo que la describía completamente. Creía con la misma vehemencia en las cuatro verdades sobre las que trazaba su rumbo y en las docenas de mentiras que sostenía a sabiendas de que lo eran. Arremetía por igual contra los obstáculos que se interponían en su camino y contra las manos que se le tendían ofreciendo una ayuda. Era libre, feroz y tierna.
¿La conocía? No podía responder a eso. Con ella tenía la impresión de ser como aquel granjero que vivía al borde del Mississippi y que todas las tardes veía pasar por delante de su casa a la Ópera Flotante, un gran barco de vapor en el que se embarcaba la flor y nata de Nueva Orleans para cenar ostras y escuchar una ópera durante la travesía. En el barco se representaba siempre la misma ópera, y el granjero escuchaba cada día un fragmento cuando el barco ascendía río arriba y otro cuando el barco bajaba de regreso. ¿Podía decir el granjero que conocía aquella ópera?
No lo sé. A lo mejor conocer a alguien es eso: contemplar fragmentos. Tratar de unirlos. Inventar lo que falta. A lo mejor por eso me hice arqueólogo: para intentar con los papeles y las cerámicas lo que nunca conseguí con las personas.
—¿La conocía usted? —repitió el policía.
—Se llamaba Pilar Monzón y le pedí matrimonio hace treinta y dos años. Me dijo que no —respondí tratando de ser objetivo.
El hombre de la bata verde volvió a colocar la sábana sobre el cuerpo de Pilar con la diligencia satisfecha del marchante que acaba de adjudicar una importante pieza en una subasta. Sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta, buscó la etiqueta en blanco atada al tobillo izquierdo y escribió “Pilar Monzón”, con letra inclinada.
—¿Sabe qué edad tenía? —me preguntó.
—Cumpliría sesenta y uno en abril.
Sesenta años, escribió.
Luego el policía del pelo blanco me dio las gracias y me preguntó si quería que me llevaran de nuevo a casa. Le dije que prefería tomar un rato el fresco y volví al ruido de la calle preguntándome por qué ella guardaba aún mi dirección.
Y por vueltas que le dí, no conseguí encontrar una respuesta. Porque no la conocía: tan sólo sabía su nombre.
Feindesland. 2004 (?)
La fachosfera regresa realizando una manipulación ATROZ de un gráfico electoral saltándole toda la ética periodística para engañar a la sociedad
por mariKarmo
Un gráfico publicado en La Razón manipula la proporción de estimación de escaños de una forma descarada dividiendo por la mitad el porcentaje asignado al PSOE y multiplicando por dos el porcentaje asignado a VOX para aparentar una mayoría absoluta de las derechas de forma muy holgada. Es posible que ninguna asociación de periodistas afee esta burda manipulación de la información de los medios de derecha en un intento muy bochornoso de engañar a la opinión pública. Y sí, esto es un microbloggin de manual y me la pela. Esto debe saberse.

www.larazon.es/espana/vox-superan-200-escanos-incendios_2025090868bdc3

Publica Okdiario una información donde asegura que las agresiones sexuales con penetración han aumentado un 276% desde 2017. Para ello incluye un gráfico donde se indica que han pasado de 1.382 en 2017 a 5.206 en 2024. Pero si nos vamos a las estadísticas oficiales de criminalidad del Ministerio del Interior, podemos comprobar que el dato de 2017 es falso, porque en realidad fueron 2.136. El dato de 2024 si es correcto, por lo que el incremento sería del 144%.


Lo más preocupante es que la fuente del dato erróneo es precisamente el sindicato policial Jupol.
5
Hace una semana recibí un correo, a mi dirección de trabajo, donde una empresa fabricante de material deportivo de la que soy consumidor desde hace años (desconozco si es casualidad) nos solicitaba la creación de un dosier para colaborar con ellos en el territorio nacional. Obviamente, me hizo ilusión puesto que sus productos son realmente buenos y me gustaría trabajar con dicha empresa.
Tenía la mosca detrás de la oreja y me parecía todo muy raro, pero tras comprobar que, efectivamente, el correo era legítimo y la dirección desde la que se me enviaba existía realmente y salía de los servidores de esta empresa, respondí indicando que estábamos interesados y que podíamos mantener una videollamada en inglés en cualquier momento. Cabalgaba entre la sospecha y la alegría.
Su respuesta, que me descargase el kit que ellos enviaban a los colaboradores para poder mantener dicha reunión con todos los datos posibles. Me facilitó un enlace a Dropbox, protegido con contraseña, para descargarme un archivo comprimido con toda la información necesaria. Como uno es perro viejo, me descargué el archivo y simplemente miré el nombre de los archivos... Todo parecía legítimo, y bien estructurado en carpetas, tal y como se esperaría de una empresa seria.
Pero algo hizo que se me arquease una ceja. Entre medias de tanto archivo había uno con doble extensión, un scr (protector de pantalla de Güindous), por ahí medio escondido, que se suponía que era un Excel con datos financieros. Inmediatamente me puse en contacto con la empresa, les conté lo sucedido, y ayer mismo publicaron una nota en su web alertando de que les habían suplantado.
Cuento esto como anécdota y para alertar de que este tipo de timos. Tengo la suerte de ser una persona desconfiada y con conocimientos informáticos superiores a la media, pero sé que si esto se hubiese mandado a alguno de mis socios les hubiese colado perfectamente (o que me hubiesen pillado con la guardia baja fruto de la ilusión). Nadie está a salvo.
San Sebastián de los Reyes, parque de Tempranales, probablemente el más concurrido del pueblo un sábado por la tarde.
Mientras recojo cosas del coche aparece otro que pone las warning en doble fila. Un hombre baja, pone los brazos en jarra y niega con la cabeza. No me había dado cuenta pero la plaza que estaba detrás de la mía era una plaza de personas con discapacidad y estaba ocupada por un flamante BMW sin ningún tipo de distintivo.
- ¿Necesita usted aparcar? - el vehículo si tenía su distintivo y era obvio que viajaba con una niña con discapacidad.
- Pues si pero me va a tocar buscar sitio (harto difícil un sábado por la tarde en este parque)
- No hombre, habrá que buscar al dueño y que lo quite.
- Nah, ya estoy acostumbrado.
Vuelvo a la mesa que tenemos acaparada para celebrar el cumpleaños de la niña y tras comentarlo entre los padres nos ponemos a preguntar a todo el mundo. El coche no es de nadie. Al volver a la plaza el coche en doble fila ya no está pero el BMW sigue ahí. Automáticamente llamo a la policía local, informo de la situación y me despachan con un: ahora mandamos una patrulla.
Al poco rato aparece a lo lejos el matrimonio caminando hacia el parque con su hija. Sin ningún género de dudas la cría tiene su movilidad muy reducida.
- Hemos tenido suerte y hemos aparcado ahí delante.
¿Hemos tenido suerte? En qué momento este hombre tiene que estar agradecido por semejante situación?
45 minutos después de haber llamado a la policía y sin que nada parecido a una patrulla viniera por aquí, aparece el dueño del coche y yo, que jamás he sido pusilánime, me he ido de cabeza a recriminarle semejante actitud (seguido por un par de padres). Me planto, le digo lo mal que me parece la situación que ha generado y lo egoísta de su actitud y con una mirada de desprecio e indiferencia me manda a la mierda.
Tras una décima de segundo de ira y rabia absoluta, uno de los padres me dice - déjalo, no merece la pena. Pero es algo que veo prácticamente a diario por muchas milongas que me quieran contar todos los que piensan que son cosas anecdóticas. No lo son. Son el día a día del estado bananero en qué vivimos, en el que la impunidad es la base de nuestra justicia.
El pájaro monta en su carísimo coche y marcha impunemente a su siguiente destino.

Sabe dios que he tragado quina pero no puedo montar un pollo en un parque y menos, en el cumpleaños de mi hija.
¿Si la indiferencia de quien tiene que velar por nuestros derechos se hace patente en este tipo de situaciones, qué nos queda? ¿Si quien tiene la exclusividad de impartir la ley no lo hace, qué nos queda? ¿La justicia por nuestra mano? ¿Qué es el estado de derecho entonces?
menéame