No le parecía real y mucho menos se creía lo que estaba viendo, sintiendo, escuchando. A lo largo de toda su vida había renegado de todo, era considerado un rebelde, de esas personas que solo juzgaban lo que veían y aún con todo ello, incluso a veces dudada de lo visto.
Su madre lo trajo al mundo después de dieciséis horas de parto, un niño demasiado grande, que no lloraba, gritaba, abría los ojos como si realmente pudiese escudriñar dentro de todas aquellas personas que asombradas lo miraban.
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