Lo cierto es que conocí a una joven, de la penúltima generación «romántica», que después de algunos años de profesar un enigmático amor a un señor con quien, dicho sea de paso, bien podría haberse casado con toda tranquilidad, acabó, sin embargo, imaginándose toda clase de impedimentos insalvables y una noche tempestuosa se arrojó desde una escarpada orilla, una especie de acantilado, a un río bastante profundo e impetuoso y pereció en él, sin duda alguna por culpa de sus propios antojos, solo para imitar a la Ofelia de Shakespeare, hasta el punto de que, si aquel acantilado, escogido y preferido por ella desde hacía mucho, no hubiera sido tan pintoresco y en su lugar se hubiera encontrado una prosaica orilla llana, es posible que el suicidio nunca se hubiera consumado.
Los Hermanos Karamazov. Fiodor Dostoievski.
Comentarios
#0 Buenísimo recordar este pasaje. ¡Y como te gusta atizar pillin!
Yo te dejo unas frases de uno de esos posmodernos hoy tan apaleados, menos ingeniosa que el arte de Dostoievski, sobre la estética:
"El objetivo de mi trabajo es mostrar que la cultura, la educación y la estética no son simples pasatiempos o influencias menores [...] Los grupos sólo reconocen plenamente a quienes manifiestan públicamente que los reconocen [...] El gusto es ante todo el disgusto, el disgusto y la intolerancia visceral del gusto de los demás". (P. Bordieu).
¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
oh, Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
mezcla confusamente beneficio y crimen,
y se puede, por ello, compararte con el vino.
Tus dos ojos contienen el ocaso y la aurora;
esparces perfumes como una tarde tempestuosa;
tus besos son un filtro, y tu boca un ánfora,
que tornan débil al héroe y al niño valiente.
¿Surges del negro abismo, o desciendes de los astros?
El Destino, encantado, sigue tus faldas como un perro;
Siembras al azar la alegría y los desastres,
y gobiernas todo sin responder a nada.
Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;
de entre tus joyas, el Horror no es la menos preciosa,
y la Muerte, entre tus más caros dijes,
sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.
Deslumbrado, el insecto marcha hacia ti, candela;
crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su amada,
parece un moribundo acariciando su tumba.
Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡Monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
de un infinito que amo y jamás he conocido?
De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o sirena,
¿Qué importa, si tornas —hada con ojos de terciopelo,
ritmo, perfume, fulgor ¡Oh, mi única reina!—
el Universo menos odioso, y más livianos los instantes?
Himno a la Belleza / Charles Baudelaire