Si un ministro habla mal de su país en un medio extranjero, debe dimitir o ser cesado. Es algo que reza para la izquierda y para la derecha. Aquí y en Roma. Porque es algo de sentido común. Y hablar mal del país es hablar mal de sus ciudadanos y/o de un sector económico. No vale argumentar que “se ha malinterpretado lo dicho”, que “se ha sacado de contexto” o, como en el caso que abordamos, que “por motivo de espacio el periodista tuvo que excluir algunos elementos”. Esa defensa, lejos de serlo se convierte en testimonio de cargo porque supone una ignorancia supina sobre el funcionamiento de la comunicación política.
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