Hace 12 años | Por Fotoperfecta a elperiodico.com
Publicado hace 12 años por Fotoperfecta a elperiodico.com

El 21 de agosto de 1911, la sala Carré del Louvre amanecía sin su inquilina más ilustre. Entre Los desposorios místicos de santa Catalina, de Correggio, y Alegoría, de Tiziano, donde debería haber estado colgada la obra maestra de Leonardo da Vinci, la mujer más deseada del arte y la sonrisa más enigmática de la pintura, había un gran vacío. Alguien había descolgado La Gioconda de la pared que ocupaba en el museo desde el destierro de Napoleón a Santa Elena y se la habían llevado.