A Yunaisi no le dio tiempo a casi nada en esta vida. No le dio tiempo a aprender a hablar, a gatear, a sentarse solita o a sujetarse su propio biberón. Sin embargo, tuvo tiempo de sobra para llorar de puro dolor, para saber que lo de comer varias veces al día era un lujo reservado a otros bebés, o para darse cuenta de que quienes tenían que protegerla y cuidarla dedicaban su energía a esfuerzos más nobles como jugar a la Play o liarse canutos.
Comentarios
Joder me ha parecido acojonante el artículo. Esta niña también merece que se la recuerde y las dos bestias esas pudrirse en la cárcel.