En 1879, Francisco Otero atentó contra Alfonso XII y su esposa, que salieron ilesos. Los detalles del juicio posterior monopolizaron la atención de periódicos y revistas, que lo convirtieron en el primer juicio mediático de la historia de España.
El artículo es interesante, aunque la prensa ya había juzgado al cura Martín Merino en febrero de 1852 después de que le propinara dos cuchilladas a Isabel II al grito de “¡Muera la reina!”. Así lo registra Francisco Morales Sánchez en su obra Proceso del regicida Don Martín Merino y Gómez, adicionado con las reales órdenes expedidas para la quema de su cadáver y destrucción de cuantos objetos le pertenecían; con las actas de ejecución y quema; con el juicio de la prensa de aquella época.
Galdós también hace referencia al juicio mediático a Merino en La revolución de julio, de la cuarta serie de los episodios nacionales: "Hay que leer las manifestaciones de los pueblos, que nos trae la Gaceta" (...) "Domina en todas las protestas, al lado de las imprecaciones violentísimas, la implacable sentencia popular: «Matarle, descuartizarle, hacerle polvo»" (...) "Da gusto ver los periódicos clamando contra el delincuente" (...) "casi encontré apropiadas a su persona las calificaciones de monstruo abortado, tigre, y demás remoquetes que la Prensa había hecho populares".
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El artículo es interesante, aunque la prensa ya había juzgado al cura Martín Merino en febrero de 1852 después de que le propinara dos cuchilladas a Isabel II al grito de “¡Muera la reina!”. Así lo registra Francisco Morales Sánchez en su obra Proceso del regicida Don Martín Merino y Gómez, adicionado con las reales órdenes expedidas para la quema de su cadáver y destrucción de cuantos objetos le pertenecían; con las actas de ejecución y quema; con el juicio de la prensa de aquella época.
Galdós también hace referencia al juicio mediático a Merino en La revolución de julio, de la cuarta serie de los episodios nacionales: "Hay que leer las manifestaciones de los pueblos, que nos trae la Gaceta" (...) "Domina en todas las protestas, al lado de las imprecaciones violentísimas, la implacable sentencia popular: «Matarle, descuartizarle, hacerle polvo»" (...) "Da gusto ver los periódicos clamando contra el delincuente" (...) "casi encontré apropiadas a su persona las calificaciones de monstruo abortado, tigre, y demás remoquetes que la Prensa había hecho populares".