Los planetas jóvenes alrededor de otras estrellas pueden ser más fáciles de encontrar porque permanecen calientes mucho más tiempo que lo pensado anteriormente por los astrónomos. Durante unos millones de años después de su formación inicial, los planetas como la Tierra pueden mantener una caliente superficie de roca fundida que les haría brillar con suficiente intensidad como para resultar detectables en nuestro vecindario interestelar pese al resplandor de su estrrella.
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