La aparición de la fotografía provocó un terremoto en el arte a partir de los años 30 del siglo XIX: un aparato mecánico podía componer una escena en pocos minutos, frente a la "lentitud" de la pintura. Sin embargo, la generación de los impresionistas supieron reconciliarse con la fotografía desde los 60 del mismo siglo. Estos artistas tomaron de las instantáneas su capacidad de encuadrar una escena en fragmentos, sin buscar una amplitud; y la posibilidad de pintar el instante, como si fuera una escena captada por la cámara, pero ahora pintada.