Hace 3 años | Por tiopio a ctxt.es
Publicado hace 3 años por tiopio a ctxt.es

Se habló, buscando no inquietar, de un Azaña reformista, defensor de los cambios evolutivos, tranquilos, y enemigo de la revolución. Sin embargo, costaba reconocer en ese retrato al crítico jacobino, penetrante, de la monarquía borbónica y de las oligarquías que parasitaban a su sombra. O al dirigente realista que, en su breve pero esencial Caciquismo y democracia, iba a la raíz del problema y señalaba que “a los pies del cacique hay siempre un grupo de hombres sin libertad [a los que] no se les redimirá con una simple reforma de la ley elector

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tiopio

Cualquiera de estos intentos se antojaba endeble ¿Cómo hubiera reaccionado Azaña a la noticia, publicada el mismo día de su homenaje, de que la Fiscalía Anticorrupción estaba investigando los gastos de varias tarjetas opacas de crédito que usaban el propio Juan Carlos de Borbón, la Reina Sofía y varios de sus familiares más directos? ¿No hubiera visto, en ello, una confirmación más de la necesaria contraposición entre la venalidad monárquica y la austeridad y la honestidad republicanas? ¿No hubiera pedido la investigación hasta el final, en el propio Congreso, de esas actuaciones? Difícil no evocar, junto a tantas otras, las opinión que vertió al respecto en Mi rebelión en Barcelona, de 1935: “Cuando un régimen se hunde como se hundió y por lo que se hundió el régimen monárquico en España, que fue por su descrédito moral, tiene que hundirse el anverso y el reverso, porque un régimen es todo un ambiente político, es toda una escuela política en la que se educan los que lo sostienen y los que lo combaten”.

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Llega un momento en que los sistemas basados en las razones de tiempos más antiguos y primitivos pierden su base racional cuando se adentran en tiempos más modernos de razones más avanzadas. Pero los sistemas, como todo ente o ser, intentan sobrevivir, y cuando ya no pueden hacerlo sobre la base racional, intentan hacerlo a base de la sinrazón.

Puede parecer que una vez que un sistema o régimen se vuelve obsoleto y entra en su etapa de la sinrazón se vuelve imbatible, porque contra la sinrazón y la inferioridad cultural voluntarias la razón no puede nada. Pero aunque en estas últimas etapas de agonía del sistema parezca que hacer lucir las razones para su muerte no sirve de nada, el ser humano no deja de ser racional, no deja de ser económico, no deja de mirar por su bolsillo, y al final, cuando se demuestra lo que viene bien al bolsillo y a la perpetuación de los propios genes, sirve.