No es habitual vivir lo suficiente para ver tu propia esquela en un periódico y sin embargo Marta respiró aliviada cuando vio la suya. La necrológica, firmada asépticamente por un “su familia”, rogaba una oración por su alma y anunciaba la hora y el lugar en el que tendría lugar el velatorio al día siguiente.
Hipócritas, musitó Marta, mientras esbozaba una media sonrisa.