A finales de septiembre, el diario español La Razón lanzaba una nueva sección bajo el nombre de Contracultura. En su texto de presentación, escrito por el periodista Julio Valdeón, invocaba -entre muchos otros- los espíritus de Woody Allen, Winston Churchill, Lolita, David Hume, Camille Paglia y Walter Benjamin (que confesaba que, cuanto más viejo se hacía, más dudaba de su propio criterio). No es un caso aislado, como demuestra la aparición de cuidadas publicaciones digitales diestras como Centinela.
Comentarios
Era algo previsible. Cuando el antisistema se convierte en sistema entonces el hasta ese momento sistema se convierte en antisistema.
Tiene cierto sentido, sí. Y este análisis lo hace un tipo que siempre ha sido de izquierdas y es de izquierdas.
Todo está en Los Simpsons
Es un efecto normal del cambio progresivo que ha ido ocurriendo en los últimos años. Antes era la derecha la que se escandalizaba por cualquier cosa. Sin embargo, de un tiempo a esta parte es la izquierda la que se atribuye guardiana de la moral y tiende a juzgar y sopesar constantemente las vidas ajenas. Pareciéndose a aquellos curas de pueblo que prescribían a los jóvenes cómo debían ser.
Esto hace que la juventud huya de una educación moralista en la que no cabe la discrepancia y se refugie en otras ideologias a modo de pura rebeldía.
Otra cosa a tener en cuenta es que las clases populares cada vez ven esta ideología progre como algo ajeno. Una ideología manejada por una élite urbana que no va con ellos y que se preocupa por aspectos triviales mientras olvida aquellos que son verdaderamente importante para su futuro.
No son contracultura, son lo mas rancio del espectro político, que cada vez se queda mas solo y marginado y se autoimagina como una especie de adalid de la libertad cuando solo predica el odio al diferente.
La incultura sigue en el bando.