Podemos criticar a políticos, escritores, toreros, periodistas, taxistas o panaderos, pero jamás a los jueces. Se trata de un temor reverencial e inequívoco que únicamente se quiebra cuando los magistrados en cuestión se apartan de la línea ideológica de la derecha: entonces se los fulmina de la carrera judicial de inmediato, como sucedió en su día con Baltasar Garzón o Elpidio Silva.
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