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Ande yo caliente,
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañana de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.
Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama;
que yo más quiero pasar
de Yepes a Madrigar
la regalada corriente,
y ríase la gente.
Pues Amor es tan cruel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.
Luís de Góngora y Argote
Mòine agus eòrna
Copar agus dorach
Uisge beatha
Anónimo
Turba y cebada
Cobre y roble
Whisky
Me hubiera gustado tanto
haberte acompañado, feliz, al tendal, observando cómo volabas las sábanas, luminosas, blancas, cegadoras e inmensas, como un mundo que, en tus manos, se hinchaba de luz y alegría. Madre.
Me hubiera gustado tanto conocer el bosque a tu lado: sus nidos, las hojas, los tallos, los bichos, los zorros, los charcos, el barro... Padre.
Me hubiera gustado tanto que supieras ser... Hermana.
Abuelo... Tú fuiste todo el amor que cabe en una mano cansada que te ofrece el agua. Pero ya no eres. Me hubiera gustado.
Y cómo me gustaría no echar aún de menos lo que nunca pasó: el abrazo, el "te quiero", el consuelo, el consejo, la palabra. Y, sin embargo, el insulto, la violencia, la rabia y, finalmente... silencio, distancia, dolor. Y ya nada.
Me hubiera gustado el camino de esos niños felices. Creo que serán buenos padres.
Mi camino es duro, pero es mío. Me sostienen mis rodillas. Y, hasta que el cuerpo aguante, lo voy a recorrer.
Porque no lo vales,
ni lo valiste nunca.
Porque no lo sientes
y sólo lo fingiste.
Porque te crees especial
y no eras más que eventual.
Porque te creías una estrella
aunque fueras una errante.
Porque te querías mucho
pero nunca supiste querer.
Porque te creías todo lo que te decías.
Por todo eso y más,
nunca llegaste a existir
aunque creyeras que sí.
Fue un lunes,
o quizás un martes.
No lo sé.
Día de brillos de atunes,
o simplemente descartes
en lonjas eternas.
En una playa infinita.
En una playa maldita.
En una playa inaudita.
No lo sé.
Me miraste desde la orilla,
mientras el sol atardecía
en un mar agitado
de resaca emocional.
Levantaste la mano.
Saludo terminal.
Sacudí la arena de la toalla.
Me dí la vuelta
y ya no estabas.
Nunca habías estado
en esa playa infinita,
en esa playa maldita,
en esa playa inaudita.
Me habría encantado
pero no pudo ser,
nunca pudo ser.
Y te fuiste sin llegar.
Y te olvidaste del mar.
Y de mí.
(ContinuumST. Año 2000. "Poemario borracho".)
Espejo quebrado,
reflejos de ego y
sombras que ahogan.
La hamaca te mece
La higuera se mueve
Tu cabeza gira y gira
Arariel
(...)
Bajo una zarpa de lluvia,
y un racimo de relente,
y un ejército de sol,
campan los cuerpos rebeldes
de los españoles dignos
que al yugo no se someten,
y la claridad los sigue,
y los robles los refieren.
Entre graves camilleros
hay heridos que se mueren
con el rostro rodeado
de tan diáfanos ponientes,
que son auroras sembradas
alrededor de sus sienes.
Parecen plata dormida
y oro en reposo parecen.
Llegaron a las trincheras
y dijeron firmemente:
¡Aquí echaremos raíces
antes que nadie nos eche!
Y la muerte se sintió
orgullosa de tenerles.
(...)
"Llamo a la juventud" de Miguel Hernández.
Un corazón perdido
en un camino nuevo
donde nadie sabe dónde ir
porque camino es sendero.
Un sendero que puede llevar
a ninguna parte.
A ninguna parte.
Miedo.
Corazón.
Qué miedo nos trae vivir
cuando la vida es tan corta.
Mira esos aviones,
escucha ese sonido,
esconde tu cuerpo,
tu corazón.
Guerra.
Qué miedo.
Amar no significa nada
cuando tu vida se rompe
en pedazos. Guerra.
Y ya no hay nada que sentir.
Mi corazón late un poco,
todavía.
Ahora menos.
Y ahora nada.
Guerra.
Muerte.
Un corazón perdido.
(ContinuumST. 2010.)
El azar.
Ese duende jocoso de sonrisa eterna,
mezcla de maldad y bondad perpetua,
ajeno a todo lo humano y lo divino.
Nos cruzamos aquella tarde sin destino,
bajo paraguas y lluvias.
Tú no tenías que estar allí,
yo ni siquiera sé por qué pase por allí,
simplemente pasé sin querer pasar,
sin querer estar.
Y te miré
y me miraste.
Ojos sencillos bajo lluvia silenciosa,
chaparrón de sensaciones,
en silencio.
Y el agua caía.
Pasé de largo y tú pasaste de corto.
El azar.
(Junio de 2017)
TRENES del Sur, pequeños
entre
los volcanes,
deslizando
vagones
sobre
rieles
mojados
por la lluvia vitalicia,
entre montañas
crespas
y pesadumbre
de palos quemados.
Oh
frontera
de bosques goteantes,
de anchos helechos, de agua,
de coronas.
Oh territorio
fresco
recién salido del lago,
del río,
del mar o de la lluvia
con el pelo mojado,
con la cintura llena
de lianas portentosas,
y entonces
en el medio
de las vegetaciones,
en la raya
de la multiplicada cabellera,
un penacho perdido,
el plumero
de una locomotora fugitiva
con un tren arrastrando
cosas vagas
en la solemnidad aplastadora
de la naturaleza,
lanzando
un grito
de ansia,
de humo,
como un escalofrío
en el paisaje!
Así
desde sus olas
los trigales
con el tren pasajero
conversan como
si fuera
sombra, cascada o ave
de aquellas latitudes,
y el tren
su chisperío
de carbón abrasado
reparte
con oscura
malignidad
de diablo
y sigue,
sigue,
sigue,
trepa el alto viaducto
del río Malleco
como subiendo
por una guitarra
y canta
en las alturas
del equilibrio azul
de la ferretería,
silba el vibrante tren
del fin del mundo
como
si
se despidiera
y se fuera a caer donde
termina
el espacio terrestre,
se fuera a despeñar entre las islas
finales del océano.
Yo voy contigo,
tren, trepidante
tren
de la frontera:
voy a Renaico,
espérame,
tengo que comprar lana en Collipulli,
espérame, que tengo
que descender en Quepe,
en Loncoche, en Osorno,
buscar piñones, telas
recién tejidas, con olor
a oveja y lluvia...
Corre,
tren, oruga, susurro,
animalito longitudinal,
entre las hojas
frías
y la tierra fragante,
corre
con
taciturnos
hombres de negra manta,
con monturas,
con silenciosos sacos
de papas de las islas,
con la madera
del alerce rojo,
del oloroso coigue,
del roble sempiterno.
Oh tren
explorador
de soledades,
cuando vuelves
al hangar de Santiago,
a las colmenas
del hombre y su cruzado poderío,
duermes tal vez
por una noche triste
un sueño sin perfume,
sin nieves, sin raíces,
sin islas que te esperan en la lluvia.
inmóvil
entre anónimos
vagones.
Pero
yo, entre un océano
de trenes,
en el cielo
de las locomotoras,
te reconocería
por
cierto aire
de lejos, por tus ruedas
mojadas allá lejos,
y por tu traspasado
corazón que conoce
la indecible, salvaje,
lluviosa,
azul fragancia!
PABLO NERUDA
Sólo eres un fantasma muerto,
una imagen borrosa
traída por mi memoria.
Yo sólo soy un desierto
de faz luminosa
y mente mortuoria.
Nos vamos, los dos,
tú evitando el cementerio,
yo abrazando mis cenizas.
Pretendes ser un vicediós
con un sólo misterio
pero sólo juegas con tizas.
Tizas que marcan.
Tizas invisibles.
Tizas escribiendo dos fechas.
Tu llegada y tu partida.
Aquí seguiré
siendo ceniza
con un todo
que no es nada.
(ContinuumST. Año 2000. "Poemario borracho".)
Nunca llegué a mirarte
con ojos distantes de amigo
porque sentía ser parte
de tu abrazo sin abrigo.
Tu sonrisa siempre ahí
en ese lugar mágico
de esa alegría interior,
tu belleza a flor de piel
incluso en aquella cama
coronada de tubos,
de fluidos vitales.
Incluso tu palidez
se veía eclipsada
por una sonrisa perfecta.
No parecías enferma
y el brillo de tus ojos
parecía eterno.
Aquella noche te abracé
entre tubos
y máquinas
que dejaron de sonar
por ti.
Para ti.
En ti.
Y te fuiste
para siempre.
(Enero 2010. ContinuumST.)
Sueño lobos emboscados
en los campos de tu rostro
y amanecen las montañas
entre aullidos y rastrojos.
Sueño dientes que se cierran
en crujidos espantosos,
en soledades baldías
sobre el negro de tus ojos,
y amanezco entre los miedos
y entre los miedos me escondo,
que guardarse en la lobera
es saber huir del lobo.
Con la esperanza en barbecho
cavaré en mi vientre un pozo
para tender una trampa
al que ahuyenta mi reposo
y en los brazos de la fiera
sabré disfrutar el gozo
de ser carne y sólo carne,
de ser cebo venenoso,
de ser el blanco cordero
que llevó al mastín el lobo.
Sueño noches de tormenta
en campos que no conozco,
sembrados por mis palabras
segados por tus enojos,
y despiertos entre los trillos
y entre los trillos me escondo,
que el trigo que así se oculta
es el que escapa del horno.
Feindesland. 2006
Hoy la lírica celebra su día
y no podía yo ignorar tal asunto,
por eso como Bécquer me pregunto:
¿qué demonios será la poesía?
Simbiosis de métrica y fantasía,
sin faltar el ingenio en el conjunto,
contando sílabas versos pespunto;
moderando emoción y teoría.
Más algo inefable habita en la rima,
pues no atiende a hipótesis ni razones
todo aquello que el alma dictamina.
Poesía es exhalar mil emociones
bajo la norma que el lirismo estima
exiliando arrogantes pretensiones.
Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.
Ana Rosetti.
menéame