En plena Segunda Guerra Mundial, mientras Hitler extendía su poder por Europa, una pequeña roca se convirtió en el punto más codiciado del mapa: Gibraltar. Desde allí, Churchill defendió el control del Mediterráneo, y Franco, atrapado entre el Führer y el Imperio Británico, jugó la partida más peligrosa de su vida. Espías, sabotajes, conspiraciones y una guerra sin balas definieron el destino de dos naciones.
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