No lo entiendo. Nunca lo entendí y nunca lo entenderé.
Mira a tu alrededor.
Estamos enfermos de amor, insaciables de dinero y cegados por la ignorancia.
Criticamos a quien ama, a quien no, a la rica, al pobre, al gordo, a la fea, al de izquierdas y a la de derechas.
Criticamos por ideologías, nos separamos por ideales y matamos por desacuerdos.
Criticamos la guerra que nuestro país financia.
Criticamos el acoso que, la mayoría de veces, se nos pasa desapercibido con el ya mítico “son bromas entre amigos”.
Criticamos a los violadores, pero no enseñamos a no violar.
Criticamos la homofobia, pero seguimos enlazando homosexualidad con VIH.
Criticamos a la persona que violan y hace vida normal. Criticamos a la persona que violan y no hace vida normal. Criticamos a la que no opone resistencia y a la que, por su resistencia, es asesinada.
Criticamos que una persona haga una cosa y criticamos a otra por hacer lo contrario.
Criticamos vestimentas, tatuajes, peinados, ojos, granos, narices, dientes, barrigas, no barrigas; pero pedimos que se nos acepte y quiera con nuestros defectos.
Creamos defectos, y complejos a partir de ellos, porque consideramos ‘defecto’ como modificación negativa de la perfección, y se nos olvida la diversidad.
Tropezamos con las piedras que criticamos y, gran parte de las veces, nos las guardamos para enseñarle al mundo qué mierda de sociedad tenemos, pero nadie las aparta para evolucionar.
Promulgamos el amor por el prójimo, pero no queremos en nuestro país a una mujer con hiyab. ¿Prójimo?
Condenamos el machismo, pero en el ‘Top 10’ de cada página porno heterosexual hay un vídeo simulando sexo forzado.
Criticamos lo que hace que nuestra sociedad se estanque e involucione, pero ignoramos que, a veces, eso que no deja que nuestra sociedad avance, somos nosotros.