El hojaldre, ese delicado conjunto de capas doradas y crujientes que tanto amamos, tiene una historia tan rica como su sabor. Aunque hoy lo asociamos con la repostería europea, sus orígenes se remontan al Antiguo Egipto, donde ya se elaboraban panes finos intercalados con grasa o aceite. Estas primeras versiones no eran tan ligeras ni esponjosas como las actuales, pero sentaron las bases de un método que evolucionaría durante siglos.
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