Suele haber un auténtico abismo entre el rigor que exige una buena edición y los hábitos tradicionales de compadreo, narcisismo y tolerancia con la mediocridad que son muy difíciles de erradicar en un país que lleva siglos refocilándose en ellos. Es habitual entre nosotros que el director de una publicación encargue textos a distintos colaboradores y después no se realicen evaluaciones ni revisiones críticas de los mismos, que es lo realmente trabajoso. A veces ni siquiera se hace una corrección de pruebas de imprenta por los autores.
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