En el pasado la velocidad de un buque se calculaba mediante correderas inexactas. En las primeras se arrojaba una tablilla o barquilla, lastrada con un plomo y con una amarra provista de nudos separados a la misma distancia conocida, con lo que según los nudos que corrían en el agua, se calculaba la velocidad. Hacía falta un sistema más exacto y así nació la prueba sobre una “milla medida” para conocimiento de la velocidad exacta del buque (de su “andar, como se decía antaño), respecto al fondo a través del agua.
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