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Se estima que las frías aguas del Ártico absorben hasta 180 millones de toneladas métricas de carbono por año (más de tres veces lo que la ciudad de Nueva York emite anualmente), lo que las convierte en uno de los sumideros de carbono críticos de la Tierra. Pero hallazgos recientes muestran que el deshielo del permafrost y la escorrentía rica en carbono del río Mackenzie de Canadá hacen que parte del Océano Ártico libere más dióxido de carbono (CO2) del que absorbe.