Antaño se pensaba que el lisosoma era un simple cubo de basura, el destino final de los desperdicios de la célula, donde se procedía a su eliminación. Pero cada vez son más los indicios que señalan a esta vesícula repleta de enzimas como encargada de más cometidos que el citado, y algunos especialistas comienzan a considerarlo un centro de control del metabolismo celular.