Arte y ciencia y, más concretamente, pintura y física, siguen caminos frecuentemente entrelazados.
Aunque existen incontables ejemplos, si hay un terreno en el que físicos y pintores aprendemos unos de otros, ése es la atmósfera. Desde su modo caprichoso de tratar a los rayos solares hasta sus más violentas rabietas, la envoltura gaseosa que nos acoge y protege es el laboratorio total para científicos y artistas.
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