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Agassi y Alcaraz: La felicidad es la única victoria

Agassi y Alcaraz: La felicidad es la única victoria

"Nadie me preguntó qué era el éxito para mí. Desde pequeño mi padre me mostró un único camino, sin alternativas, sin salidas. Desde que fui consciente de eso, a los 5 años, no he hecho otra cosa en mi vida más que odiar el tenis con toda mi alma".

Estas durísimas palabras fueron pronunciadas por Agassi en la presentación de Open, su biografía, posiblemente el mejor libro que se ha escrito sobre el tenis profesional.

Hace unos días, Toni Nadal —que desde que su sobrino se retiró debe de aburrirse entre charlas de superación para multinacionales y millonarios— ha salido a la palestra para afirmar que "si a Carlos le agobia el tenis, lo mejor es que lo deje" y que "la vida es un tema de renuncias, no solo de hacer lo que yo quiero. A veces, a la gente le compensa y, a veces, no. Si no te compensa, mejor que cambies de trabajo".

Pero en el fondo, lo que late tras las palabras de Toni Nadal no es una crítica técnica sobre su forma de prepararse o entrenar. Es una forma de entender la vida. Es esa idea de que el deporte —y por extensión, el éxito— solo es legítimo si implica sufrimiento. Que lo que no cuesta, no vale. Que el camino debe ser áspero para tener valor. Que hay que sufrir para merecer. Como si la felicidad que Carlos exhibe implicase que detrás de su triunfo no hay años de trabajo y renuncias.

En el documental que Alcaraz ha rodado para Netflix, su representante, su entrenador y hasta su equipo médico acusan al joven jugador, sin cortapisas, de no entender la trascendencia de su misión y de querer anteponer la diversión al sacrificio y al enorme reto de ser "el mejor de la historia, superando al Big Three".

En el colmo de la desvergüenza, y ante el empeño de Carlos de tomarse tres días con los amigos en Ibiza tras ganar en Roland Garros y antes de Wimbledon, el representante del jugador —un personaje oscuro y continuamente cabreado— recurre al chantaje emocional esgrimiendo que ha renunciado a la crianza de sus dos hijas para hacer de Carlos el mejor jugador de la historia.

Al terminar el documental uno tiene la sensación de que el éxito de Carlos no tiene nada que ver con él, y que el jugador, más que ser el sujeto activo, es un constante palo en la rueda para alcanzar el objetivo final de hacer del murciano el mejor deportista que hayan visto nuestros ojos.

Tras ganar su primer Grand Slam en 1992, Agassi decía en Open: "No interiorizo esta victoria. Es como si la hubiese logrado a pesar de lo que quería. Me han hecho sentir que esto no es mío y que yo he sido más un obstáculo para el triunfo que el puto ganador del torneo. Mi equipo solo piensa en entrenar, en entrenar y en entrenar. No tengo tiempo para pensar en otra cosa que no sea tenis. Joder, solo soy un crío asustado que necesita vivir algo más que esto. Me siento como un caballo de carreras".

Y yo me pregunto: ¿alguien ha preguntado a Carlos lo que quiere?

Desde que ganó su primer Grand Slam, afición, prensa, jugadores, entrenadores, exjugadores... medio mundo está empeñado en convertirlo en lo que ellos creen que debe ser y se creen en el derecho de decirle cómo debe hacer su trabajo, porque no lo olvidemos: ese es su trabajo.

Parece que su alegría molesta, como si todo lo que ha conseguido hasta ahora hubiera sido por arte de magia. Como si sonreír en la pista implicase ser un vago.

Y es que aquí está la diferencia. Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos, jugaba como quien va a la guerra: serio, tenso, heroico. Admirable, sí, pero daba la sensación de que no se lo estaba pasando especialmente bien. Carlos, en cambio, juega como quien está en una fiesta.

Y resulta que la gente, sobre todo la gente más joven, cuando puede elegir, prefiere las fiestas a las guerras. Y eso parece molestar a algunos.

A mí, Alcaraz es, probablemente, el jugador que más me ha hecho disfrutar desde aquel primer Agassi de los noventa. Pero hay una diferencia crucial: no es que Carlos ame el tenis, es que lo disfruta, lo paladea, para él el tenis es una jodida fiesta y no sabe disfrutarlo de otra manera.

Ver a Nadal era asistir a una bacanal de sangre, sudor y agonía. Ver a Alcaraz es pura y llanamente magia. Solo un hedonista puede jugar así y eso, vuelvo a insistir, parece molestar a algunos.

Y no es que Carlos renuncie a la grandeza. Todo lo contrario: no hay duda de que quiere ser el mejor de todos los tiempos. Lo que Alcaraz pone y va a seguir poniendo siempre en duda es que valga la pena serlo si en el camino tienes que renunciar a tu manera de entender la vida. El no quiere ser el caballo de carreras de nadie. Su equipo parece no entender que tal vez Carlos no jugaría tan bien al tenis si fuese como ellos quieren que sea. Y no sé si eso es más terrible o más estúpido.

Porque ese sacrificio del que tanto se habla —el que su representante menciona en el documental, el que Toni Nadal reclama desde la barrera, el que el padre de Agassi impuso sin piedad— consiste, al final, en vivir por y para los demás. En dejar de pertenecerte. En entender tu juego como una herramienta para superar los números de los rivales y no en divertirte para divertir al que te ve. Y lo que Carlos está diciendo, sin decirlo explícitamente, es que él no ha llegado hasta aquí para dejar de ser quien es.

Me repatea la gente que busca ejemplos morales en el deporte de competición. Y eso es precisamente lo que el equipo de Carlos y una gran parte de la sociedad espera de él. Que sea un ejemplo de lo que ellos consideran que es correcto.

Hay veces, muy pocas veces, que un deportista encarna algo que trasciende su disciplina y esta es una de ellas. Alcaraz representa esa nueva concepción vital que domina a gran parte de su generación y que consiste básicamente en que el trabajo no tiene sentido si no nos ayuda a ser más felices.

Agassi, Hingis, Osaka, Fish, Barty, Söderling, Halep, Becker... la lista de niños prodigio que se rompieron por las exigencias de su entorno es interminable.

Carlos Alcaraz tiene 22 años y ya sabe algo que a Andre Agassi le costó media vida aprender: que el éxito de los demás puede ser tu infierno personal. Su decisión es firme, digan lo que digan Toni Nadal, su equipo o la prensa deportiva.

Hace pocos meses, Agassi se encontró con Alcaraz en Australia. Las palabras de André al despedirse fueron las siguientes: "Lo único que importa es que seas feliz en la pista, lo demás solo es lo que otros esperan de ti. Haz siempre las cosas a tu manera, no dejes que nadie te quite eso porque si te lo quitan, no tendrás nada".

Agassi no sabía que el documental grabado por Alcaraz para Netflix se llamaba así: "A mi manera".

19 6 0 K 54
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menéame