Los turistas no dejan de pedirle un selfi ni en un momento de pausa. Un asiático se detiene en mitad de la abarrotada acera de la calle de la Sangre. Pregunta si puede capturarla con su móvil, rendido ante su vestido color burdeos y oro, ante su pelo recogido en dos caracolas laterales y otra posterior, que nos recuerdan a la Dama de Elche. Con un vaso de refresco en una mano y móvil en la otra, medio encajada en el hueco libre de este bar donde media Valencia hace tiempo hasta que llegue la mascletá, Esther Zazo (València, 1978) siempre accede