Cuando se habla de Suecia, ya no solo se piensa en un Estado modelo y próspero, con calles limpias y ciudadanos ejemplares. También se habla de tiroteos, bombas caseras y niños con fusiles de asalto. El país que un día fue sinónimo de bienestar es hoy uno de los más violentos de Europa. Y su conflicto interno —una guerra entre clanes de narcotraficantes y bandas juveniles— ya no se libra solo en las calles de Estocolmo o Uppsala. También se combate en la Costa del Sol, donde el turismo convive, cada vez más, con una criminalidad que se globaliz