Hotel Hilton de Beverly Hills, 8 de enero de 2017. Entrega de los Golden Globe Awards de cine y televisión. Un selecto público de engalanados millonarios –a la sazón, la élite de la industria de Hollywood– aplaude a rabiar una encendida perorata contra Donald Trump. Al día siguiente, los millonarios son ensalzados como “la Resistencia” frente al inoportuno gañán elegido por el pueblo americano.
Mediterráneo central, agosto de 2019. Una millonaria estrella de Hollywood desvía el rumbo de su yate y sube al barco de una ONG –fletado con el dinero de otro millonario– para repartir limosnas entre un grupo de africanos. La estrella recrimina a Italia, país que había recibido ciento cincuenta mil africanos durante los meses anteriores, no querer hacer sitio para algunos más. A continuación, la estrella se marcha a una de sus mansiones de tropecientos metros cuadrados.
Octubre de 2017. Una gran estrella de cine entra como accionista en una macroempresa de productos vegetarianos y anima a la humanidad a no comer carne. El veganismo es cool. Por si hubiera dudas ya lo decían los sabios de la ONU: “Está ampliamente aceptado que los insectos proporcionan nutrientes comparables a la carne y el pescado”. Otra estrella de Hollywood se retrata comiendo arañas. Mensajes subliminales: los pobres deberían dejar de comer carne. Si además comen insectos, eso les hará mejores personas329 .
París, noviembre de 2018. Alegando razones ecológicas, el gobierno de Macron anuncia una subida de los precios del diésel. La medida afecta a las clases más humildes que dependen del coche, al tiempo que exime a los sectores más contaminantes y con grandes beneficios (fábricas, camiones, empresas, yates, cruceros). El malestar se extiende y enlaza con otras protestas: pérdida del poder adquisitivo, sentimiento de abandono de las zonas rurales, rechazo al Pacto Mundial de Migración de la ONU. Estalla la revuelta de los chalecos amarillos.
Madrid, noviembre de 2018. El ayuntamiento reserva el centro de la ciudad a los coches de los allí residentes y prohíbe el acceso a los demás coches. Consecuencia: los coches de los pobres se hacinarán y contaminarán en las afueras, mientras el centro gentrificado podrá respirar un aire más puro. “Vota bonito”, dirá en su propaganda la izquierda cool promotora del invento.
Septiembre de 2019. Una niña sueca promocionada por un lobby millonario acude a la ONU a dar un discurso contra el cambio climático. Lo hace en un velero deportivo propiedad del príncipe de Mónaco, patrocinada por la BMW y por un banco implicado en paraísos fiscales. La izquierda cool aplaude el discurso.
Estos episodios elegidos al azar –más o menos relevantes, más o menos chuscos– nos dejan una vaga impresión: aquí hay alguien que se ríe de alguien. ¿Se ríen acaso de nosotros ?
Todos ellos nos remiten a una categoría de fondo: al sesgo profundamente clasista del conglomerado ideológico imperante.
Parece lógico, por lo tanto, interpretarlos desde un enfoque de clase.
Adriano Erriguel